Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre. Salmos 69:21 RVR1960
Queridos amigos, las injusticias nos suelen causar una sensación de impotencia y también de enojo, especialmente cuando solo podemos ser espectadores.
La envidia, la competitividad, los celos, la sed de venganza sobre supuestos agravios, la manera diferente de pensar, entre otros llevan a que muchos sean tratados con injusticia. La injusticia mayor realizada en la historia de la humanidad es la crucifixión del Señor Jesucristo. Él nunca pecó, por tanto, no había nada de qué acusarle, no existía ni el más mínimo acto negativo que pudiera recaer en su contra para juicio.
El Señor Jesucristo fue aprehendido de noche como si fuese un ladrón, fue insultado, humillado, pegado, escarnecido y torturado en el camino del calvario y finalmente en la cruz. La ceguera de sus escarnecedores no permitía que viesen la gran injusticia que estaban perpetrando.
De la misma manera nos encontramos ante el más grande acto de obediencia en la historia de la humanidad. El Señor Jesucristo se entregó al sacrificio como un cordero que va al matadero, sin resistencia ni defensa propia ni protesta, con máxima humildad. Era necesario todo ese sufrimiento para cumplir el plan perfecto de salvación que Dios había diseñado antes de la creación del mundo.
Muchas veces por falta de perspectiva nos proponemos ir en contra de lo que consideramos inadecuado. Le sucedió a Pedro cuando Jesús le tuvo que decir “quítate delante de mi Satanás” (Mateo 16:23) porque su corta visión estaba centrada en su mundo del momento y no en las cosas mayores de Dios. Pedro quería evitar que el Maestro sufriera siendo crucificado.
El Cristo debía morir en muerte sustituta por los pecadores que creyeran en Él para liberarlos de la esclavitud del pecado, llevándolos a vida nueva. Se trataba del objeto central de la venida de Jesús al mundo, que ya había sido anunciado en tiempos antiguos, incluso dando los detalles de la forma de cómo iba a suceder.
En el libro de los Salmos podemos ver los anuncios proféticos de los sufrimientos de Cristo en detalle y en los evangelios podemos verificar comparativamente que lo que se profetizó se cumplió exactamente (Mateo 27:34). ¿Hará falta mayor prueba para demostrar que Él es el Mesías?
La hiel es un elemento en sumo amargo, por tanto muy desagradable para comer. El vinagre es ácido y causa una sensación muy astringente, que no aporta en nada a calmar la sed. El motivo de dar hiel para comer y vinagre para beber tiene por objeto poner en situación tormentosa al hambriento y sediento. Ambos fueron ofrecidos a Jesús durante la agonía de su crucifixión.
Eran elementos usados por el hombre para demostrar desprecio e intensificar el sufrimiento. Pero eso queda como muy poca cosa comparado con la copa de amargura que el Señor Jesucristo bebió para que podamos ser bendecidos con la copa de salvación. Llevar sobre una sola persona el peso total del pecado de la humanidad representa el mayor sufrimiento imaginable.
Postrémonos ante el Dios todopoderoso elevando oraciones de gracias y que esta actitud sea por todos los siglos.
Que el Señor Jesucristo vierta sus bendiciones sobre todos ustedes.