Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Tito 3:3 RVR1960
Queridos amigos, sin el accionar del Espíritu Santo dándonos conciencia y convencimiento de pecado sería prácticamente imposible que el hombre natural acepte su condición caída.
Hace poco hablaba con una amiga de mi esposa, ante mi afirmación de que sin Dios nadie podía ser realmente feliz, ella con altivez manifestaba que sí era feliz. Observando su vivir de cerca, a pesar de tener lo suficiente para llevar adelante una vida material razonable, me arriesgo a decir que no conoce la felicidad verdadera, sino solo aquella que es pasajera y que va acompañada de un pasar dedicado a la búsqueda del placer, cediendo ante cada uno de sus deseos sensuales, entendiendo lo sensual como las sensaciones producidas por los sentidos.
Este ejemplo es válido para la gran mayoría de personas, las cuales no conocen a Jesucristo y viven vidas de insensatez, rebeldía y extravío. Si Dios es perfecto es una falta de buen juicio, prudencia y madurez el no querer seguirLe como Él quiere, es simplemente insensato. De la misma manera sucede con la rebeldía que no es otra cosa que rebelarse contra el Dios todopoderoso, haciendo exactamente lo contrario a lo que Él pide. La consecuencia es estar completamente alejado del camino correcto, deambulando en un extravío espiritual.
Se trata de la manera de vivir de aquellos que son esclavos del pecado, éstos tienen muchos señores que dominan sus vidas. El orgullo y la envidia les dicen hacia donde ir, mientras la codicia y la vanidad les orientan hacia otro lado, en tanto que sus lujurias les llevan por el camino opuesto. Tal caos en sus vidas causa que ni ellos mismos se entiendan y por supuesto, lleva a malas relaciones con las personas y con Dios, las cuales terminan en separación y/o contienda.
Gran desgracia es la de los impíos, que se hacen aborrecibles a otros y se aborrecen los unos a los otros. Aunque no quieran reconocerlo son maliciosos y esclavos de deseos desordenados.
Gracias a la maravillosa obra de Jesucristo y al poder de regeneración del Espíritu Santo los convertidos pueden amarse los unos a los otros, sin despreciar a los impíos. Pueden luchar contra sus concupiscencias y dejar la malicia, porque tienen al Espíritu Santo, que los acompaña. Los creyentes nunca deben olvidar lo que una vez fueron y de su (terrible) conducta en el mundo antes de su conversión.
Recordar lo malo de la vida pasada, como las concupiscencias y deleites diversos, debe reforzar el agradecimiento del creyente por la misericordia, el amor y la benignidad de Dios para con él.
Jesucristo con su muerte de cruz y derramamiento de sangre libera de la esclavitud del pecado.
Prácticamente nadie realiza que está en un estado más miserable que feliz, hasta que es bendecido con la misericordia y gracia de Dios. A partir de que se tiene a Cristo como Señor y salvador comienza la verdadera vida. Solo cuando se ha experimentado un nuevo nacimiento a nivel espiritual, se puede comprender la superioridad de la calidad de vida que Dios otorga.
Les deseo un brillante día, colmado de bendiciones.