Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.” Juan 2:3-4 RVR1960
Queridos amigos, quien pueda atender a sus invitados con abundancia en su boda, siéntase feliz, porque suele representar el punto de partida para un futuro prometedor.
Se estaban celebrando las bodas de Caná y en media celebración faltó el vino. María, la madre terrenal de Jesús, no dudó en poner al servicio de los invitados los poderes de su hijo, pues sabía de su condición divina, y le pidió que pusiera solución a la falta de vino.
Me imagino que María no sabía cómo se haría, solo estaba segura que se podía hacer, incluso para ella su Señor era impredecible. Sin dudar ordenó a los sirvientes que hicieran exactamente lo que Jesús les dijera. Y nuestro Señor convirtió agua corriente en el mejor vino.
¿Fue casualidad que faltase el vino, o que María reaccionase de manera tan espontánea? ¿Estaba fuera del plan de Dios que se haga este milagro, digamos, de relativa simpleza y poca trascendencia? ¿En verdad aún no había venido la hora para que Jesús iniciara su obra milagrosa en la tierra?
Estemos seguros que nada está fuera del control de Dios, en este caso del dominio del Señor Jesucristo. Jesús nunca deseó mostrarse de manera grandiosa, siempre manifestó mucha humildad. Y de tal forma le contestó a María, utilizando la expresión “mujer” en vez de decir “madre”. Entiéndase que de ninguna manera hubo una falta de respeto, sin embargo había una clara intencionalidad al evitar llamarla “mamá”.
A pesar de su deseo de no querer exponerse, fue obediente al pedido de su madre terrenal y realizó el milagro de conseguir más vino para los invitados. El objetivo no era que todos terminasen ebrios, pues Cristo es contrario a todo exceso, incluidas la glotonería y la borrachera. Observemos que todos los milagros de nuestro Señor, incluido este primero, son siempre buenos, es decir solo y únicamente para bien.
El primer milagro que Dios le permitió realizar a Moisés (Éxodo 7:20) fue convertir el agua en sangre, y el primer milagro de Jesús fue convertir el agua en vino. El primero para sufrimiento de los egipcios, el segundo para el deleite de los invitados. Una alusión a que sólo Cristo salva, regalando lo bueno, como paz y gozo.
El Evangelio de Cristo siempre es para el bien de quienes lo escuchan, contrariamente a ley de Moisés, que no salva a quienes la quieren cumplir a rajatabla, pues la salvación es por fe y no por obras.
Ahora podemos entender lo maravilloso del mensaje de este primer milagro, que para muchos es motivo para argumentar que beber alcohol no es malo. Algunos opinan que se trataba de vino de muy bajo contenido alcohólico y quieren justificar la mayor cantidad de vino disponible para el evento. Indiferente de cómo hayan sido las circunstancias, consideró que todo está bajo el poderoso control del Señor de señores, y Él de ninguna manera habría permitido exceso alguno con el excelente vino milagroso.
La abundancia material es sin duda uno de los objetivos de vida de muchos, sin embargo la abundancia de Jesucristo en la vida de las personas es mucho mejor. ¿Llevamos a Cristo Jesús en el corazón, incluso cuando festejamos? Nuestras celebraciones terrenales deben llevarse a cabo como si nuestro Señor estuviese físicamente presente, no debemos hacer nada para ofenderle.
Les deseo un día lleno de bendiciones.