Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días.” Deuteronomio 11:1 RVR1960
Queridos amigos, en mi experiencia y percepción la mayor parte de personas que conozco no entiende qué significa y además qué implica amar a Dios.
No es posible amar a alguien que no se conoce, por lo tanto es imposible amar a Dios sin antes conocerle. La doctrina bíblica enseña que sin santidad nadie verá a Dios (Hebreos 12:14), entonces la mencionada santidad es imprescindible si se desea una relación con el Creador.
Para conocer a Dios es preciso nacer de nuevo en espíritu; el Creador es espíritu (Juan 4:24) y solo es posible tener una relación con Él a nivel espiritual.
La Biblia enseña que la humanidad completa está muerta espiritualmente en delitos y pecados (Efesios 2:1), es decir que nadie puede tener una vida espiritual que permita tener una relación con Dios, hasta que su espíritu sea llevado a vida nueva a través de la regeneración del espíritu obrada por el poder del Espíritu Santo.
Para que el Espíritu Santo pueda actuar se requiere de la obra de Cristo en la cruz. Su derramamiento de sangre es para remisión de pecados de los que en Él creen. Quien declare con su boca y crea en su corazón que Jesucristo es su Señor y salvador será salvo (Romanos 10:9). Ser salvo significa cambiar de un destino espiritual eterno de muerte y sufrimiento a uno de vida y bendición.
Solo Dios en su soberanía toma la decisión de transformar espiritualmente a las personas para que éstas puedan tener una relación con Él.
El convertido nunca dejará de agradecer a Dios por su maravillosa obra de gracia sobre él. Sabe que no merece nada, porque el Espíritu Santo le da convencimiento de pecado. Al descubrir su gran cúmulo de pecados se arrepiente y pide perdón a Dios. Toma plena consciencia de su culpa y se reconoce merecedor de castigo, sin embargo no recibirá castigo por la misericordia y gracia de Dios.
El Padre celestial justifica todos sus pecados a través de la muerte sustituta de Jesucristo en la cruz del calvario. Con sus pecados perdonados el nuevo convertido es reconciliado con Dios y comienza una nueva vida espiritual, que da lugar a que pueda finalmente iniciar una relación real con Dios.
Todo lo anterior da lugar a condiciones tales como que el nacido de nuevo tenga un anhelo muy grande por satisfacer a su Señor en su demanda de obediencia. Y este es el inicio del camino en santidad. El convertido se encamina en una nueva vida alejada del pecado. Su yo egoísta y egocéntrico le llevará a seguir pecando, con la diferencia que cada vez se arrepentirá con dolor por sus pecados y no dudará en humillarse para pedir perdón al Dios Padre.
Por tanto, para poder amar a Dios es necesario haber nacido de Dios, es decir haber nacido de nuevo espiritualmente (1 Juan 4:7). Amar a Dios significa desear serle obediente con todo el ser. Ese anhelo por la obediencia fluye a su vez del amor que se tiene por Él.
Existen muchos que dicen creer en Dios, la Palabra enseña que hasta los demonios creen (Santiago 2:19), lo cual no lleva a que amen a Dios, porque no tienen una relación con Él.
Quien desee tener una relación real y verdadera con Dios debe comenzar por arrepentirse y convertirse (Hebreos 3:19).
Les deseo un día muy bendecido.