¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; más Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. Romanos 9:30-31 RVR1960
Queridos amigos, los que amamos evangelizar debemos ser muy enfáticos en expresar que la justicia es por fe y no por obras.
La justicia que es por fe significa que Dios acepta perdonar todos los pecados de un pecador, haciendo efectiva para éste la muerte sustitutiva de Jesucristo en la cruz, cuando se arrepiente de sus pecados y por fe cree en Cristo Jesús como su Señor y salvador.
La Palabra enseña que el pecador es crucificado juntamente con Jesucristo para morir y dejar que Cristo viva en él (Gálatas 2:20). De tal manera que el Dios Padre le puede justificar de sus pecados, porque recibió la paga suficiente, conseguida por Jesucristo, para cubrir el costo de su iniquidad y de esa manera salvarse del castigo eterno.
Para los judíos del cristianismo de los primeros tiempos era muy difícil entender y aceptar que un gentil se pueda convertir a Dios, aunque existían los prosélitos que se habían convertido a la religión judía. Esto se sustentaba principalmente en que los gentiles no seguían las normas de Dios, y ni siquiera trataban de hacerlo, porque no discernían su pecado, su culpa y su estado de miseria espiritual.
No llegaban a comprender cómo era posible que personas que no hacían ningún esfuerzo por cumplir la ley se pudieran convertir a Dios. No entendían que estas personas recibían el Espíritu por el oír con fe y no a través de las obras de Ley (Gálatas 3:2). La fe lleva a creer en Cristo, a depender de Él y a sujetarse a su Evangelio.
Los judíos vivían enfocados en seguir las ordenanzas, estatutos, decretos y mandamientos del Creador. Se esforzaban tanto por cumplir la Ley, que nunca lograron ser justos ante Dios, pues la Ley es imposible de cumplir para cualquier humano.
No entendían que no se puede alcanzar la justicia de Dios a través de las obras de la Ley, trabajando para ser obediente en el propio esfuerzo. Creían que siendo estrictamente obedientes a la Ley podían llegar a Dios.
Tenían un afán extremo por el legalismo, precisamente porque confiaban erróneamente en que cumpliendo la Ley serían salvos. Este pensamiento hacía vano el sacrificio de cruz de Jesucristo, lo cual también implica un rechazo claro y contundente hacia el Mesías.
Muchos en estos días se parecen a esta gente que intentaba estar bien con Dios esforzándose en cumplir la Ley. Grave error es pensar que esforzarse por ser una buena persona, que además asiste a una iglesia y cumple con sus deberes cristianos, lleva a estar con Dios.
El plan de Dios no funciona para los que le buscan haciendo obras, creyendo que siendo buenos estarán con Él. Solo aquellos que reconocen su maldad, porque saben que nunca serán suficientemente buenos para llegar a Dios y con fe creen en la obra de Cristo serán salvos. Si no declaramos nuestra bancarrota espiritual y nos disponemos a depender solo de Dios jamás podremos llegar al cielo.
Como bien decía el apóstol Pablo, que para él la gracia de Dios es algo que tiene todo el sentido de la vida, y que si cumplir la Ley pudiera hacer justo a alguien, la muerte de Cristo Jesús no habría sido necesaria (Gálatas 2:21).
Les deseo un día muy bendecido.