Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Lamentaciones 3:22-23 RVR1960
Queridos amigos, con tristeza debo admitir que me acerco más a Dios cuando tengo alguna aflicción, vivo en carne propia lo escrito en la Biblia sobre los sufrimientos que producen perseverancia (Romanos 5:3).
Las pruebas y dificultades me sacuden y me llevan a orar clamorosamente al Señor, pidiéndole poder actuar con sabiduría y resistir de buena manera. Cuando el vendaval pasa, vuelvo a mi ritmo habitual y mi río caudaloso de oración vuelve a su angosto cauce.
Me avergüenzo de mi comodidad espiritual, especialmente porque sé que me encuentro ante un Dios bueno, bondadoso y compasivo, que renueva sus misericordias cada mañana, y abuso de estos maravillosos atributos.
Gracias a la misericordia de Dios las cosas malas no son peores. El Padre celestial podría reconvenirme mostrando su disgusto ante mis oraciones, diciéndome que le busco cuando estoy en problemas, caso contrario, poco me acuerdo de Él. ¡Cuánta bondad me demuestra!
El principal problema de la humanidad es el pecado, no hay día que pase sin que la humanidad entera peque. Condición que debería llevar automáticamente a juicio y castigo, con la consecuencia final de ser todos consumidos por fuego. En los términos de justicia de Dios para nosotros es inevitable que el castigo siga a la desobediencia.
A pesar de tanta agresión a la santidad de Dios, Él mismo nos da esperanza por su misericordia. Solo nos queda apartarnos de nuestras penas conociendo las misericordias y la bondad del Señor. La confianza puesta en Dios ilumina el túnel más oscuro, es bueno esperar nuestra salvación con tranquilidad y paciencia, recordando el ejemplo de Jesucristo quien en su peor sufrimiento guardó silencio en total sumisión y fe.
Jesucristo nos dijo que en el mundo tendremos tribulación (Juan 16:33) y debemos tomarlo como un hecho indiscutible. De igual manera sin las misericordias de Dios hace tiempo que no existiría el mundo, pues éstas, para bendición nuestra, no decaen.
Podemos estar tranquilos porque las compasiones de Dios se renuevan cada mañana, tal es la bondad que Él tiene con nosotros pecadores. Sin embargo, sobre aquellos que rechazan al Señor Jesucristo, la cantidad de misericordias que Dios regala no tendrá efecto alguno, serán llevados a juicio y recibirán el castigo que merecen.
Solo a través del sacrificio de cruz de Cristo podemos ser perdonados de nuestros pecados, la salvación es posible únicamente a través de Él.
Confiemos en la misericordia de Dios, como el profeta Jeremías confió en un momento sumamente difícil cuando todo parecía perdido. Él conocía la fidelidad del Padre celestial y sabía que un día llegarían bendiciones eternas y restauración definitiva.
Las aflicciones, a pesar de tener una connotación muy poco atractiva, obran para el bien espiritual. Muchos han caído de su pedestal de orgullo para saborear el buen gusto de la humildad después de haber pasado por momentos de aflicción. La tribulación lleva a almas ingobernables a apaciguarse y a desarrollar dominio propio, un carácter sólido y paciencia.
Bello el pasaje de Romanos 5:3-5 donde el apóstol Pablo enfatiza lo hermoso de alegrarse en los sufrimientos, porque éstos producen paciencia y perseverancia, y la paciencia produce prueba para conseguir entereza de carácter y la prueba produce esperanza, y la esperanza no avergüenza, porque no defrauda jamás.
Si somos convertidos genuinos nos alegraremos cuando nos encontremos ante pruebas, porque sabemos que es para crecimiento espiritual y para acercarse más a Dios. Oremos sin cesar y estemos siempre gozosos en el Señor, dando gracias por todo (1 Tesalonicenses 5:16-18).
Dios tenga misericordia de nosotros.