No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? 2 Corintios 6:14 RVR1960
Queridos amigos, mucho antes de que el apóstol Pablo hubiese escrito sobre el yugo desigual la sabiduría de Dios ya había sido pronunciada, indicando que no era lícito arar con buey y asno juntamente (Deuteronomio 22:10) y que tampoco se debía sembrar el campo con mezcla de semillas (Levítico 19:19).
El mensaje es claro: no se deben mezclar ciertas cosas con otras por ser incompatibles a través de su naturaleza diferente.
La naturaleza pura de Dios no comulga con la naturaleza impura del hombre natural, es como agua y aceite que no se pueden mezclar; y mientras no se haga efectiva la cruz del calvario en la vida del hombre, no habrá opción de que lo carnal se mezcle con lo espiritual.
El nacido de nuevo se llama así porque su espíritu ha sido regenerado (convertido) a vida nueva. Se trata de alguien que, después de creer en Jesucristo como su Señor y salvador, nace a una vida nueva espiritual por el poder del Espíritu Santo y de esa manera es habilitado para mantener una relación espiritual con Dios. Se podría decir que por este maravilloso milagro de la regeneración los nacidos de nuevo gozan de un denominador común que es la nueva vida en la libertad de la esclavitud del pecado, que el hombre natural no tiene por vivir bajo el gobierno del pecado.
La Biblia describe a los convertidos como personas que ya no son de este mundo, milagrosamente han sido convertidos en forasteros. Jesús oró: Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo, y pidió al Padre que los santificase en Su verdad (Juan 17:16-17).
El creyente genuino vive en el mundo pero es llamado a estar separado del mundo, en otras palabras, aunque ande en la carne (su naturaleza carnal se mantiene) no lucha según la carne las batallas de este mundo ( 2 Corintios 10:3).
Un acto de muy poca sensatez y misericordia sería que el hombre espiritual camine por el mundo regodeándose sobre su nuevo nacimiento. Más allá de conseguir ser muy mal visto por los incrédulos, sería tildado de presuntuoso y soñador, convirtiéndose en piedra de tropiezo para muchos.
El convertido debe esforzarse por ser y mostrarse humilde, manso, pacífico, son estándares de comportamiento que Dios dicta. Aunque su nueva naturaleza le impele a no mezclarse con los inconversos, no debe mostrarles su rechazo, porque está obligado por mandamiento a amar a su prójimo. Dios en su bondad se manifiesta en el creyente con su amor para que ame de corazón y no forzadamente.
Recordemos que él hombre natural, en contraposición al hombre espiritual, no vive bajo estándares morales santos y menos desea agradar a Dios. Desde esa perspectiva busca delimitar lo correcto de lo incorrecto y lo hace mayormente en función a sus deseos egoístas. Es por eso que la gran mayoría ve el tema del yugo desigual, por ejemplo, la unión en matrimonio de un creyente con un impío, como una exageración, está forma de ver incluye a muchos cristianos.
Está es una regla de vida complicada de entender cuando no se tiene claro de dónde procede y por qué es excelente. Podemos estar seguros que es buena porque viene de la fuente perfecta de Dios porque Él es perfecto. Además Dios es infinitamente recto, justo y veraz.
La honestidad es buena porque Dios es honesto, la justicia de Dios es buena porque Él es justo, Su verdad es buena porque Él es veraz, Él exige santidad y pureza, porque Él es santo y puro. Todo lo que Dios demanda es bueno porque Él es bueno.
Ahora bien, el yugo desigual se refiere tanto a la participación de creyentes en prácticas idolátricas, como en la unión íntima con los incrédulos en cualquier clase de relación. El grave riesgo de estas relaciones es que el convertido pueda ver comprometida su fe al bajar sus estándares de pureza.
Hay gran sabiduría en no seguir prácticas idolátricas, filosofías paganas y en no participar de actividades del mundo que pueden llevar a pecado. Por lo expresado, casarse con una persona de la misma fe es muy sabio.
La estrecha convivencia entre píos e impíos se hace ardua, difícil y complicada por las diferencias espirituales que los separan.
El inconverso no entenderá el estilo de vida que el creyente desea tener y propenderá a jalarlo hacia su lado, incitándole a que deje de ser tan rígido y aburrido, pidiéndole que se olvide, por un rato, de que es miembro de ese extraño club de amigos llamado pueblo de Dios.
El principio de yugo desigual no significa aislarse por completo de los no creyentes. Los convertidos casados con incrédulos deben mantener su matrimonio, a no ser que el cónyuge no creyente desee separarse.
Es menester de los convertidos mantenerse activos entre los inconversos para llevarles el testimonio de Jesucristo. Sin embargo, deben guardarse de enfrascarse en relaciones que contengan potencial de pecado, poniendo en compromiso su fe.
Finalmente, es bueno recalcar que el creyente verdadero tiene un compromiso sellado con Dios y debe trabajar tanto en permanecer cerca de Él como en mantener una sana distancia del mundo. Es difícil lograr una total separación de los efectos del pecado a través de un alejamiento radical del mundo, por eso es que debemos estar preparados a resistir el pecado permaneciendo en el Espíritu.
Les deseo un día muy bendecido.