Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta. 1 Timoteo 5:6 RVR1960
Queridos amigos, en una publicidad de un producto farmacéutico para el dolor de cabeza y malestar general después de la ingesta de bebidas alcohólicas se justificaba las desagradables consecuencias con el dicho “nadie te quita lo bailado”.
Me imagino que la publicidad en cuestión generó buena demanda del medicamento, porque tal expresión es muy vendedora y cae como anillo al dedo al pensamiento del mundo. Para el mundano vivir al máximo es aprovechar lo más posible de los placeres de la vida.
No es extraño ver fotografías (en Facebook o Instagram) donde la gente orgullosamente muestra su comida o bebida, el lugar donde se divierte o la actividad que está realizando para que el resto sepa que invierte bien el tiempo pasándola súper bien.
No opino que disfrutar de las cosas que Dios nos puso en la tierra y que el hombre ha creado por la inteligencia otorgada por su Creador sea (necesariamente) malo. El problema está en si el disfrute se une a pecado o no. En algunos casos nos encontramos ante una delgada línea roja, donde el mundo quiere convencer de inocuidad, diciendo la consciencia del creyente lo contrario.
Hay situaciones de placer donde la cancha está perfectamente rayada, por ejemplo, el sexo disfrutado entre casados es una bendición del Señor, en tanto que las relaciones sexuales fuera del matrimonio son comúnmente aceptadas por el mundo, pero representan abominación para Dios, digan lo que digan los fornicadores.
Por otro lado existen placeres que dependiendo de las circunstancias pueden o no estar ligados a pecado. Los más comunes en los países latinos son las bebidas espirituosas y el baile. La mayoría dirá que excederse con el alcohol está mal, sin embargo no opinará lo mismo de la danza.
Existen religiones, sectas e incluso cristianos que rechazan radicalmente el consumo de bebidas alcohólicas y el baile, ambos deleites importantes para el mundo. El sustento que esgrimen para tal rechazo es que ambas actividades conducen a pecado y es necesario combatir el pecado de raíz, por tanto, es mejor no beber alcohol ni bailar.
El apóstol Pablo enseña que si el creyente piensa que hacer (comer) algo es malo y lo hace, al hacerlo se condena, ya que lo hace sin estar convencido. Cualquier cosa que se haga fuera de lo que uno cree que es correcto, es pecado (Romanos 14:23).
Si el hermano dice que tomar bebidas alcohólicas o bailar es malo, no hay que contradecirle para no ser piedra de tropiezo, aunque uno tenga una posición algo diferente (Romanos 14:1-21, 1 Corintios 8:13).
Existimos creyentes que bebemos media copa de vino para compartir o brindar por algún acontecimiento y bailamos un par de canciones con la esposa para demostrarle nuestro amor, pues tanto el alcohol como el baile, y otros placeres, ya no son prioridades de nuestra nueva vida en Cristo.
En tanto, que en el trato con los impíos es necesario ser radical, hay que huir de los lugares donde haya potencial exceso que definitivamente lleva a pecado. No importa si arguyen que se trata de una inocente diversión sin nada de malo o que solo se busca hacer ejercicio.
No caigamos en la antigua trampa, en la que Adán y Eva cayeron, de querer discernir por nuestra propia inteligencia lo malo de lo bueno. No aceptemos el desafío del mundo de decidir la diferencia entre el bien y el mal por nosotros mismos, creámosle a Dios, quien es el único juez de lo bueno y la verdad, y que sus mandatos son claros y fáciles de entender.
Lascivias, iras, contiendas y deseos desenfrenados se suscitan en la medida en que el alcohol y el ritmo de la música van enardeciendo las almas deseosas de diversión. Es preciso alejarse para no compartir el pecado de otros. El cristiano debe ocuparse por ser irreprensible e intachable.
Finalmente están aquellos placeres vinculados al vicio, algunos legales, como el tabaco, e ilícitos como las drogas que hay que evitar a como dé lugar. En estos casos no hay lugar para la discusión en cuanto a su nocividad contra el cuerpo y el alma.
Pero el que se entrega a los placeres, viviendo está muerto. Significa que no ha nacido de nuevo y está muerto espiritualmente. Entregarse a los placeres es ponerlos como primera prioridad de la vida o al menos como un tema importante, y es algo que el hombre espiritual no desea hacer porque tiene otras preferencias.
El contexto del versículo se refiere a las viudas, pero el hecho de entregarse a los placeres es perfectamente aplicable al estilo de vida que cualquier hombre común y corriente querría darse si tuviese la oportunidad, al fin y al cabo, según el mundo, solo se vive una vez.
Ese tipo de personas, amadoras de placeres, son del mundo, por eso hablan desde el punto de vista del mundo, y el mundo les presta atención y las defiende. Hay que estar atentos de no hacernos decir lo que supuestamente es correcto con las personas incorrectas.
Los creyentes verdaderos pertenecemos a Dios, y los que conocen a Dios nos prestan atención y nos entienden. Como aquellos que nos quieren convencer de lo “correcto” no pertenecen a Dios, no prestan atención a lo que argumentamos y no nos comprenden. Así es como sabemos si alguien tiene el Espíritu de verdad o el espíritu de engaño (1 Juan 4:5-6).
Les deseo un día muy bendecido.