Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos. 1 Samuel 8:7 RVR1960
Queridos amigos, cuando observo los procesos democráticos donde dos o más bandos se enfrentan en denigrantes batallas por el poder, haciendo uso del escarnio, la mentira, el tráfico de influencias y muchas otras técnicas de destrucción, me acuerdo de la terrible condición caída del hombre.
Cuánto no quisiera tener a Dios como líder de mi país como lo tuvo Israel hasta los tiempos de Samuel. Se supondría que a través de la democracia se debería tener a los mejores hombres en la dirección de los países, pero se demuestra más y más lo contrario.
El problema radica en la condición espiritual del hombre natural, que por más magnánimo que fuere, no dejará de servir al pecado hasta que conozca y siga a Jesucristo. Por lo tanto, cualquier sistema de gobierno creado por hombres jamás se acercará a niveles razonables de buena dirección, por la razón esgrimida de que el hombre natural es esclavo del pecado.
La supuesta mejor forma de elección de gobernantes llamada democracia está lejos de ser una buena forma, sin embargo, se la acepta como el mal menor o como lo mejor de lo peor, porque (supuestamente) da lugar a la alternancia de gobernantes, y, por tanto, puede corregir los errores de los electores y de los dirigentes.
El duro dicho: Cada pueblo tiene el presidente que se merece, está unido a la necedad de los electores, quienes son, o deberían ser, los que determinan quién sale electo. A pesar de que los sistemas habrían evolucionado, poco o nada ha cambiado desde épocas antiguas, pues el egoísmo, la ambición y el anhelo de protagonismo en el hombre natural es invariable.
Cuando el pueblo de Israel insistió en tener un rey, su pedido se convirtió en un rechazo a Dios, quien se dio el trabajo de explicarle a Samuel, que la hostilidad no era hacia él, sino hacia quien debían servir. El pueblo no midió la liviandad de su deseo, pues estaba despreciando el liderazgo de Dios con el desdén de quienes nada o poco entienden.
El liderazgo humano en Israel era débil y corrupto, lo cual desencadenó en el deseo de tener un rey como las otras naciones paganas. No valoraron la fuerza y gloria de una nación guiada y gobernada directamente por Dios, es decir una teocracia. Decidieron conformarse con el mundo y compartir su condena y su sanción (Oseas 13:9-11).
Samuel tuvo que aguantar el fuerte rechazo de su pueblo, hasta que dio el sabio paso de llevar todo el problema ante Dios, pues ya no se trataba de un agravio hacia él y su familia, sino de una grave afrenta contra su Señor.
Me imagino a Samuel orando a Dios manifestándole su indignación ante el necio pedido del pueblo. El Señor mostró una vez más su misericordia y paciencia, manifestándole a su siervo Samuel que Israel tendría un rey humano. La respuesta de Dios fue satisfacer tan loca demanda, pero las consecuencias serían severas y llenas de dolor.
Incluso los pedidos necios de los hombres Dios los usa para lograr sus sabios propósitos y para su gloria. Cuando estemos enfrentando adversidad y rodeados de dificultades llevemos nuestros problemas a Dios. Hay que decírselo todo en detalle, Él se ocupará de restaurar los corazones rotos. Nuestro Señor y salvador será muy amable al oír nuestro clamor (Isaías 30:19).
Les deseo un día muy bendecido.