¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. Lamentaciones 3:39 RVR1960
Queridos amigos, cuando comenzó la pandemia del COVID-19 se la atribuyó a los chinos. Los ojos de la prensa mundial estaban puestos en la ciudad de Wuhan y el tema era comidilla común.
Se dio inicio a un tiempo de calamidad mundial, que a ojos de todos fue causado por los dichosos chinos. Somos rápidos para buscar culpables y, de igual manera, tendemos a querer analizar la vida y hechos de otras personas, para terminar echándoles la culpa de nuestros males.
Sin embargo, el deber del hombre es analizarse a sí mismo, examinar su propio andar, adentrarse en su propio modo de vivir para cambiar de ruta, alejándose del camino ancho, que es la vía de la perdición.
Cuando llegan las dificultades el hombre natural le suele preguntar a Dios “¿por qué me mandas tanto sufrimiento?” No se siente digno de reprensión y rehuye a la disciplina. Un buen hijo sabe muy bien el motivo por el cual se hace merecedor de castigo y pide perdón, sin embargo, el hijo malo no baja la guardia cuando se le reclama por su rebelión.
Los actos de justicia divina del Antiguo Testamento son vistos con horror, como si de otro Dios se tratara. Los impíos no dudan en quitarle el derecho soberano de actuar como Dios, arguyendo que un Dios de amor no mata a nadie.
Un gran ejemplo de justicia divina está escrito en el libro de Números. Coré y algunos de sus seguidores se rebelaron contra Moises y Aarón. Ellos y sus familias pagaron caro por dicha rebelión, fueron literalmente tragados por la tierra, otro grupo pereció quemado. Fue un acto de justicia, que puso a raya al pueblo entero de Israel para darle la oportunidad de proseguir con una vida correcta bajo el temor de Dios.
Es menester de toda la humanidad dejarse de quejar de las merecidas disciplinas y, más bien, aprender de ellas. Lamentablemente eso es posible solamente cuando se cree en Dios con fe verdadera, cuando a través de un corazón transformado se pone la confianza en Dios, después de que el Espíritu Santo ha obrado dando convencimiento de pecado.
Recién entonces se ven las calamidades como merecidas disciplinas, es entonces cuando con el corazón abierto se agradece a Dios por su santa corrección, porque se sabe que es una demostración de justicia en amor.
No faltará quien cuestione la aniquilación por parte de Dios. Sin la paciencia y misericordia de Dios el pecador debió haber perdido el derecho a vivir hace mucho tiempo. Dios en su infinita paciencia no castiga el pecado como merece ser castigado. El hecho de que el hombre natural todavía esté vivo, representa una clara señal de la misericordia de Dios.
Cuando la esperanza está puesta en Dios se sabe que las cosas solo pueden mejorar, porque se tiene a la vida eterna por delante. Es deber de los creyentes verdaderos estimularse unos a otros con la esperanza puesta en Dios.
La consigna debe ser: Quejarse menos, ocuparse de pecar menos y confiar más en el poder del Altísimo. Y si debemos quejarnos, quejémonos a Dios y no a los hombres, Él se ocupará de consolarnos como buen Padre.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.