Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 2 Corintios 4:16 RVR1960
Queridos amigos, cuando los aspectos físicos dejan de ser lo más importante, porque hemos sido regenerados en espíritu por la gracia de Dios, lo espiritual se convierte en lo verdaderamente relevante.
Los creyentes genuinos tienen motivo para celebrar años adicionales de vida, porque tienen la firme esperanza de la vida eterna, morirán físicamente pero vivirán espiritualmente. En tanto que, los impíos deberían celebrar años menos de vida, lo cual en verdad no debería ser un motivo de celebración, pues año que pasa el cuerpo se va desgastando para terminar en muerte física y después aquella espiritual. Tengamos misericordia de sus almas y oremos por ellos mientras haya esperanza.
Las personas bendecidas con fe verdadera tienen muchos alicientes que vienen de Dios. No importa cuánto sufrimiento tengan que soportar en esta tierra, porque no es nada comparado con la gloria del mundo venidero, que será de gozo y paz en el Señor. El apóstol Pablo describe al sufrimiento como una leve tribulación momentánea, que produce gloria imperecedera.
Los creyentes no deben desmayar, aunque es fácil distraerse por el dolor. Su vista no debe estar puesta en cosas terrenales, que se ven y perecen, sino en las que no se ven y permanecen para siempre. Han de mantenerse firmes, como viendo al Invisible (Hebreos 11:27).
La analogía de la madre que pasa por dolores de parto y se olvida de ellos apenas ve a su recién nacido, es comparable con los sufrimientos en este mundo, que se olvidan enfocándose en la gloria del cielo. Algo similar sucede con el atleta que fija su vista en la meta, poniendo poca o ninguna atención en las incomodidades y dolores por los que tiene que pasar.
La vida es un difícil recorrido para píos e impíos, para los primeros para estar cada vez más cerca de Dios y para los otros para alejarse cada vez más de Él, si no llegan a conocer a Cristo. La confianza puesta en Dios hace que los cristianos no desmayen, la presencia del Espíritu Santo brinda fortaleza interior para no flaquear (Efesios 3:16).
Los problemas abundan en la vida cotidiana, en el trabajo, en nuestras relaciones y cuando los tenemos delante de nosotros nos tentamos en echarlo todo por la borda. Cuando estemos por tirar la toalla, recordemos que Cristo es nuestro propósito, que no estamos aquí para quejarnos autocompasivamente, sino para servir a nuestro Señor Jesucristo. Vivifiquemos la gracia de la fe que nos fue dada para que actué eficazmente en dichos momentos.
Vivir por y en fe es conseguir que el hombre interior se vaya fortaleciendo constantemente, mientras el hombre exterior se va desgastando. Los sentidos nos previenen de los sufrimientos y sus dolores, y suelen conseguir desviarnos de lo bueno y verdadero; que la fe sea nuestro escudo protector para mantenernos firmes en nuestro caminar por la senda angosta.
El apóstol Pablo pasó por verdaderos sufrimientos, fue azotado varías veces, pasó frío y hambre en diferentes cárceles, sufrió naufragios pasando un día y una noche en el agua del mar, fue apedreado, corrió peligros en ríos, en los caminos ante ladrones, ante los de su nación, ante los gentiles y ante falsos hermanos, en las ciudades y el desierto, sufrió enfermedades y tenía una dolencia crónica a los ojos (2 Corintios 11:23 – 29).
Y a pesar de todo describió sus pruebas como leves y pasajeras. En comparación la mayoría de nosotros no pasamos por tantas pruebas, pero nos quejamos de su peso. Si el apóstol que contaba con el mismo Espíritu pudo llevar dichas pruebas, ¿no es un aliciente para el creyente cargar con sus pruebas mirando hacia lo alto? Seamos diligentes en afirmar la esperanza de llegar exitosos al reposo de Dios.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.