Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Romanos 10:3-4 RVR1960
Queridos amigos, el famoso dicho “las verdades duelen” se aplica perfectamente a este pasaje. A quienes andan equivocados, pero creyendo estar en lo correcto, les es desagradable oír la verdad y más aún reconocerla.
Los judíos se resistían a creer que la gran edificación que habían levantado estaba sustentada bajo fundamentos erróneos. Algo similar sucede con todos los pecadores, que se resisten a la verdad del Evangelio. No importan las épocas, la cultura, la situación económica o la condición social los hombres suelen rechazar a Cristo Jesús sustentados en falsas creencias.
La raíz de las creencias judías en el fondo era buena, pero ellos realizaron una serie de añadiduras a la Ley de Dios, a través de tradiciones y costumbres. Sus esfuerzos humanos, aquellos orientados a cumplir con lo exigido por Dios y las añadiduras, los llevaban a pensarse piadosos y justos, pero nada puede sustituir la justicia de Dios a través del Señor Jesucristo.
Para ser salvo sin la mediación del Señor Jesucristo es necesario ser perfecto y esto es imposible para el hombre natural imperfecto. Pero los judíos, en su ceguera espiritual, pensaban que podían ser salvos por sus obras. No hay nada más equivocado, pues no es por obras es por gracia; el único camino para conseguir la salvación es a través de ese inmerecido regalo divino.
La obsesión de los fariseos era cumplir la Ley, porque con ello supuestamente serían salvos. Pero la ley no salva, sirve para que los pecados sean identificables y visibles. Jesús enfatizó que no había venido para abrogar la Ley (ni los profetas), sino para cumplirla (Mateo 5:17). Él en su calidad de único justo sobre la faz de la tierra cumplió con la Ley a la perfección, poniéndose como ejemplo vivo de lo que Dios quiere para los habitantes de este mundo.
La “Ley” se constituía en un sistema para salvar en función a los propios esfuerzos. Cristo es “el fin de la Ley”, porque la Ley no salva a nadie, pero el Señor sí salva. Él hizo justicia con su muerte de cruz, pagando por los pecados de aquellos que en Él creen. Entonces la fe en Jesucristo es suficiente para recibir la justicia de Dios, pues el sacrifico de Cristo sirvió para satisfacer por completo la necesidad de justicia del Padre.
Cristo también es “el fin de la ley” porque constituye y representa en sí mismo la meta esperada desde el inicio de los tiempos; la promesa del Mesías que vendría para redimir a su pueblo (la iglesia).
En cada época de la historia humana la gente actúa de manera similar a la de los judíos en los tiempos de Cristo Jesús. A las personas les cuesta creer que sólo es por fe, y nada más. Piensan que debe haber algún componente más, que ellos deben añadir.
La Ley no fue derogada, pues sigue vigente para cumplirla. Jesús fue enfático en su afirmación: No piensen que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir (Mateo 17:17). Ni los cristianos ni los impíos deben ignorar las normas morales establecidas por Dios a través de los mandamientos, pues es menester cumplirlos para una vida mejor.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.