El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo. 1 Juan 3:8 NBL
Queridos amigos, Dios es autor del bien, pero el mal no proviene de Él, sino de Satanás, que además de ser el acusador por excelencia (Apocalipsis 12:10), también es padre de la mentira y del engaño. (Juan 8:44).
La Palabra enseña que Lucero había sido perfecto en todos sus caminos desde el día en que fue creado, hasta que se halló en él maldad. Por la abundancia de su comercio se llenó de violencia e iniquidad y pecó; por lo que Dios lo echó de su santo monte (Ezequiel 28:15-16). Y cómo cayó del cielo, él que sometía a las naciones, cayó por tierra. Orgulloso decía que subiría a los cielos y que levantaría su trono por encima de las estrellas (angeles) de Dios (Isaías 14: 12-15). Jesús mismo confirmó los hechos sobre el diablo: Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo (Lucas 10:18).
Esa fue la caída y perdición de Satanás. Pero también arrastró consigo un tercio de los ángeles (estrellas), que se convirtieron en demonios (Apocalipsis 12:4). Y así nació el ser maligno que conocemos, acompañado de sus huestes de maldad. Por eso en el mundo existe un gran poder hostil a Dios y pecar es obedecer a dicho poder en lugar de a Dios.
El diablo peca desde el principio y tiene como principio pecar. El hombre peca por motivos egoístas, pero Satanás peca por principio. Satanás es el príncipe de este mundo (el dios de este mundo, el príncipe de la potestad del aire), por lo tanto, tiene a este mundo bajo su dominio y absolutamente nada tiene en Jesucristo (Juan 14:30).
Gracias a Satanás el pecado ingresó al mundo. Él ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios (2 Corintios 4:4). Y así dio vía libre al pecado.
El pecado es quebrantar conscientemente una ley conocida (por ejemplo, las leyes morales), y procede de obedecer lo que contradice a Dios. Al ser el pecado contrario a los mandamientos de Dios no sólo es una violación de su ley sino también una agresión a su santidad.
La intención del pecado es alejar de Dios al pecador. El pecado busca destrozar la obra de Jesucristo realizada en la cruz. Y el hombre natural en su condición caída, análoga a la de Satanás, se caracteriza por buscar satisfacer sus deseos carnales despreciando la Ley.
El pecado es algo natural para los hijos del diablo, por eso pecan con naturalidad, pero deja de ser natural para los nacidos de nuevo, para los nacidos de Dios, que ya no practican el pecado. El pecado viene de no permanecer en Cristo Jesús.
Se puede dominar y conquistar al pecado a través de Jesucristo, quien destruyó las obras del diablo, despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15). A través de Jesucristo podemos dejar de ser esclavos del pecado y ser libres del sometimiento de Satanás.
Los incrédulos se muestran indiferentes a la moral de Dios, porque hacen una práctica del pecar. Aunque los cánones morales son vastamente conocidos y defendidos, el hombre natural suele ignorarlos al momento de pecar. Los verdaderos creyentes nacidos de Dios no hacen una práctica del pecado y se esfuerzan por cumplir con los preceptos morales de Dios; todavía pecan, pero se esfuerzan por no dejarse vencer por el pecado.
Ante el pecado inminente busquemos el poder del Espíritu y la Santa Palabra de Dios. Es menester del creyente genuino huir de las (potenciales) situaciones de pecado y huir de la tentación. Orar y buscar la ayuda de la iglesia, es decir, acercarse a los hermanos que conforman el cuerpo de Cristo, para alejarse del pecado es una ayuda poderosa.
Emular a Cristo a través del conocimiento de la Palabra para comprender cada vez más la maravillosa calidad de su carácter y pedirle a Él que sea la anhelada fuente de pureza, hará que pequemos cada vez menos, pues parte de su obra es destruir las obras del diablo en cada uno de los hijos de Dios.
Les deseo Un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.