Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado. Joel 2:32 RVR1960
Queridos amigos, el profeta Joel escribió aproximadamente 800 años a. C. la profecía del derramamiento del Espíritu Santo, que se dio en el día de Pentecostés poco después de la muerte y ascensión de Jesucristo.
El derramamiento del Espíritu era no sólo necesario sino imprescindible, según el maravilloso plan del Dios Padre, para la salvación de muchos. Él derramaría su Espíritu como manifestación de su soberana gracia. Cuando Dios da, siempre lo hace en abundancia, de manera que no falte. Se entiende que derramar alude a una dádiva abundante, suficiente como para todos los que deseen, puedan tomar de ella.
La llegada del Espíritu Santo sustituyó la presencia de Jesús en la tierra, fue para otorgar o distribuir su poder entre los discípulos, en quienes se vio prácticamente de inmediato un cambio sustancial, por ejemplo, hablaban de Dios con denuedo y sin temor, hablaron en lenguas humanas desconocidas para ellos.
Dentro de la revelación progresiva de Dios, Él se mostró al inicio como el Creador y Sustentador de todas las cosas. Su revelación continuó cuando se reveló en el Hijo hecho hombre. Finalmente, con la llegada del Espíritu Santo, se mostró el Dios Trino, que no vive en templos sino que ha tomado a la iglesia como su morada permanente, ahora el cuerpo del creyente verdadero es el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19, 2 Corintios 6:16)).
Si bien en épocas del Antiguo Testamento se podía haber pensado que el derramamiento sería solo para judíos, Pedro aplicó sin equivocarse los sucesos de Pentecostés tanto para judíos como para gentiles (Hechos 2:16). Además se beneficiarían personas de toda procedencia y ascendencia, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, esclavos y libres, ricos y pobres. Y así fue, tanto a judíos como a gentiles les fueron conferidos dones milagrosos.
La presencia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes ilumina su mente y corazón para que puedan entender con discernimiento Su palabra. Él otorga la habilidad de comprender y interpretar la voluntad divina con el fin de proclamarla como heraldos del Señor.
Además permitirá algo que el hombre natural no puede lograr en su propia fuerza, la obediencia personal a los preceptos del Señor. Todo esto con el fin de conseguir una relación correcta con el Dios Padre. Pero para que la relación con el Creador pueda comenzar es imprescindible creer en Cristo como Señor y salvador. De esa manera se da la justificación de pecados gracias a su muerte sustituta en la cruz, y sólo así, se puede estar en paz con el Todopoderoso.
Clamar a Dios, porque se piensa que no hay otra alternativa, porque lo terrenal conocido ya no funciona, no es la manera correcta de entregarse a Dios. Solo se puede clamar a un Dios que se conoce, en el que se tiene fe con un deseo profundo en corazón por Él. No se puede clamar a Dios sin ser plenamente dependiente de Él y sin tener el profundo anhelo de serle obediente, sometiéndose a sus mandamientos sin titubear.
Muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mateo 22:14). En el gran día serán salvos los que son llamados mediante el llamamiento eficaz para apartarse del pecado, sobre quienes el Espíritu Santo obra la regeneración de espíritu cuando se derrama sobre ellos, sobre el remanente al cual Él habrá llamado.
Les deseo Un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.