Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; 2 Corintios 10:3-4 LBLA
Queridos amigos, es duro ser cristiano y que te juzguen (con justa razón), porque hallan en ti pecado y andan cuestionando, qué clase de cristiano eres.
Para el impío encontrar el pecado del creyente es motivo de juicio inmediato, una gran ocasión para mirar la paja en el ojo ajeno, una oportunidad de enaltecimiento para demostrar que no había sido tan bueno como se quiere mostrar. Un comentario que oí en algunas ocasiones manifestado con un toque de sorna, es que los cristianos nos hacemos a los santos, pero llegado el momento caemos como cualquier hijo de vecino.
El impío no se equivoca del todo al aseverar lo pecadores que podemos ser los cristianos verdaderos, pues todavía andamos en la carne con todas sus imperfecciones. Pero se equivoca en su posición de escarnio, porque gracias a la obra de Dios sobre sus hijos, los creyentes genuinos no se creen superiores, más bien piensan humildemente de sí mismos. Tampoco conozco un verdadero hermano en la fe que ande hablando maravillas de sí mismo.
El cristiano verdadero debe continuar su travesía por este mundo, no es necesario que se justifique ante los impíos, aunque no está exento de pedir perdón, pues Dios sabe que está esforzándose en su camino de santidad. Se sustenta en el consuelo de que otros, mucho más crecidos, también se encontraron en medio de la tormenta de críticas y escarnio.
El cristiano vive en medio de la realidad mundana, participa de la existencia normal de este mundo, porque sigue siendo de carne y hueso, a pesar de su nueva espiritualidad, pero su estatus de ciudadano de este mundo cambió a ciudadano del cielo al momento de su nuevo nacimiento. Si bien todavía vive en este mundo, ya no pertenece a él, por obra divina de pronto se convirtió en un forastero.
En palabras del apóstol Pablo el creyente verdadero anda según la carne, pero no milita según ella, es decir empleando métodos humanos de efectividad dudosa. En dicho sentido los cristianos hacen parte de una milicia, que posee armas poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, es decir la destrucción de argumentos y toda altivez que se levantan en contra del conocimiento de Dios.
El Evangelio es poderoso y contiene armas poderosas, que ningún razonamiento y obra humanos pueden resistir. Los falsos argumentos pueden ser demolidos, para llevar los pensamientos de la gente a someterse al señorío de Cristo. No nos apoyemos en instrumentos carnales muy poco confiables, más bien valgámonos de las armas poderosas en Dios.
Adorar y vivir por el Espíritu Santo y adorar y vivir por la gloria de Jesucristo es lo que diferencia a los verdaderos cristianos del resto del mundo. La carne es importante hasta cierto punto, pero se convierte en intrascendente cuando no se tiene dependencia del Espíritu Santo. No tiene sentido vivir en la carne, esas acciones y logros humanos, sin confiar, valorar, atesorar, glorificar, exaltar y amar a Jesucristo.
Les deseo la bendición de gracia.