Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Juan 20:29
Queridos amigos, la gran mayoría cree que la luna refleja la luz del sol y esa es la luz que ilumina nuestras noches.
Se suele enseñar sobre este fenómeno en el colegio y los que aprenden no dudan en lo más mínimo que es así, plenamente confiados en lo que la ciencia dice y los maestros transmiten, porque nadie, además de los científicos, podría comprobar este hecho.
Si a alguien se le ocurriese decir que la luna brilla con luz propia, tanto los científicos como los que no lo son dirían que eso es imposible. Tan extraño como suena, gente que no puede comprobar el hecho llega a defenderlo como una verdad consumada, solo porque está supuestamente sustentado por un grupo de personas que se llaman entre sí científicos, cuyo trabajo se sustenta en meras teorías.
Hace algo más de tres décadas los científicos declararon que la sacarina producía cancer, de esa manera el boom de dicho edulcorante (endulzante) terminó para que el aspartame la supliese con un éxito inusitado.
Pasados unos años salió la noticia que la sacarina en verdad no había sido cancerígena, podemos ver que los científicos
se equivocan o simplemente manipulan las cosas a su antojo y beneficio. El giro de los intereses cambió nuevamente y ahora resulta que el aspartame es dañino…
No obstante a ello, no cuestionamos casi nada y seguimos como dóciles corderillos las cosas que la supuesta ciencia nos dice, es suficiente que salga en internet para que crédulamente sigamos al pie de la letra. En estos días se hace necesaria una dosis de escepticismo ante la avalancha de información basura que nos acecha.
Sin embargo, muchos de nosotros somos muy escépticos y pensantes al momento de aceptar una verdad tan real como la resurrección de Jesucristo. Actuamos tal cual actuó Tomás.
Se dice que existe mayor número de pruebas históricas de la vida y resurrección de Jesús, que de la vida y muerte de Julio Cesar. Sin embargo, nos es más fácil aceptar que cualquier emperador vivió y murió, que estar de acuerdo en que Cristo vivió y resucitó.
Tomás se puede definir como una especie de intelectual de su época porque quería pruebas genuinas y contundentes, quería ver con sus propios ojos y tocar con sus propias manos para creer. No le podemos acusar, menos juzgar porque la mayoría de nosotros, los modernos, somos así.
Por lo visto a Tomás la fe no le resultaba del todo fácil, tenía el firme testimonio de otros discípulos, de quienes su lógica le decía que habían visto visiones, lo mismo una mujer abrumada por el dolor como María Magdalena no podía estar del todo en sus cabales, le era necesario ver para creer.
Tomás fue a la postre un hombre dirigido por Dios para su obra y demostró gran fe y obediencia, se cree que terminó evangelizando en la India.
Jesucristo le pidió a Tomás poner el dedo en el orificio de Su mano y también poner la mano en Su costado, Tomás supo de inmediato que se trataba de su maestro y Señor, y exclamó poniéndose de rodillas ¡Señor mío, y Dios mío! Reconociendo por fe y por vista que Cristo era su Señor y salvador resucitado de entre los muertos. Tomás se había convencido con hechos y pasó a adorar a su Señor con toda su alma.
Todos los que amamos a Cristo con el alma y con el corazón, a pesar de nunca haberle visto, debemos considerarnos bienaventurados, porque hemos sido bendecidos por el Dios Padre con los dones de gracia y fe.
Por la fe que nos ha sido concedida, sabemos con toda certeza que un día Le veremos y estaremos a Su lado por la eternidad gozándonos de Su bendita presencia.
Les deseo un día muy bendecido.