Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Lucas 10:40 RVR1960
Queridos amigos, no llego a comprender del todo el motivo preciso de afanarse tanto en estas fiestas de fin de año.
La escena de este versículo es la de dos hermanas, una muy afanosa y otra más enfocada en lo importante de la situación. María está sentada a los pies de Jesús disfrutando de sus palabras, mientras Marta se dedica afanosamente a preparar los alimentos. Una buena comida siempre es atractiva, sin embargo no siempre debe ser el centro de atención, especialmente cuando está presente el Rey de reyes.
La gente está toda muy ocupada detrás de sus afanes, con sorpresa observo que hay familias que convierten sus casas en templos a la Navidad desde el mes de noviembre, así como la mayoría de los negocios.
Se ha creado un arquetipo con el árbol navideño y sus decoraciones rojas y verdes, no se podría identificar a la Navidad de otra forma y de esa manera los asiduos a esta tradición (el que no cae resbala) copian y mejoran los diferentes modelos año tras año. Es decir que nace una suerte de competitividad de quién lo hace mejor o más bonito, lo cual conlleva aún a más afán.
Más allá de las excepciones, consideró que la tónica que domina los hogares es aquella de estar en el afán de querer ser amables con los seres queridos con la planificación, la organización y los preparativos navideños, pero cada uno lo hace a su manera, lo cual en muchos casos lleva a no acertar, con el triste resultado de que se genera un sentimiento de ofensa y como consecuencia nace la queja de que nadie aprecia el esfuerzo. ¿Nos suena familiar? Afán más afán igual a mucho más afán, o quizás piedra de tropiezo.
Dejemos de concentrarnos en lo urgente y hagamos lo importante: poner en el centro de la celebración a Cristo Jesús. Estoy seguro que esto quedará como una simpática sugerencia para la mayoría de quienes celebran la Navidad como el mundo quiere. Pero no pierdo la esperanza con quienes anhelan que Jesucristo les acompañe.
Cuán glorioso sería, que el Señor Jesucristo toque nuestra puerta, nosotros le abramos, le hagamos pasar y le invitemos a compartir nuestra cena navideña.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20
Esa debería ser la actitud navideña, la de sentarse a los pies de Cristo, que no es otra cosa que estar dispuesto a escuchar (leer) su Palabra y seguirla, disfrutando su bendita presencia en el corazón.
En contraposición está la actitud del mundo, que no es otra cosa que una trampa, porque nos impide servir a Dios, pues nos hace creer que lo bueno está en la abundancia y la variedad de las cosas.
Lo material que consigamos y todo lo bailado, se quedan en esta tierra, pero el amor de Cristo nos lo llevaremos con nosotros hasta la eternidad. Por lo tanto, queda claro que debemos dedicarle tiempo a nuestro Señor.
Nota: Deseo aclarar que no estoy en contra de las personas activas que le ponen un impulso a la vida, más bien gracias a Dios por ellas, mi punto se centra en identificar dónde poner los esfuerzos y las energías.
Les deseo un día muy bendecido.