Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. Juan 2:23-25 RVR1960
Queridos amigos, hace más de 20 años que vengo desempeñándome en el mundo empresarial y he podido evidenciar que uno de los elementos clave para el desarrollo de una empresa es la confianza.
Doy gracias al Señor por haber permitido que me pueda rodear de colaboradores que confían en mí y en los que puedo poner mi confianza plena.
En el ámbito natural puedo decir que se trata de personas buenas, comprometidas y con actitud positiva además de los lazos de confianza que nos unen, sin embargo, en el ámbito espiritual no se puede evaluar de la misma manera a estas personas buenas para el mundo.
Jesús conoce a todos los hombres y sabe el contenido de sus corazones, Él conoce la naturaleza humana y no hace falta que nadie le diga cómo son las personas en verdad. Tiene el conocimiento total, su naturaleza es omnisciente y conoce todo de todo y todo de todos.
La Palabra dice que muchos comenzaron a confiar en Él, viendo los milagros que él hacía. Se trataba de una forma de creer que Jesús no aprobaba, era una fe intelectual generada por la lógica e interés humanos, basada en los milagros y los beneficios que éstos ofrecían, una fe que podía derrumbarse ante la primera dificultad o ante la primera decepción.
Jesús no estaba especialmente motivado por saber que existían personas que le encontraban como un ser increíble. Él sabía que el efecto causado no era muy diferente al efecto que causa un predicador o un político en un estadio.
Esta forma de creer no lleva a la salvación, porque no incluye el don de fe que Dios otorga a quienes escoge. La fe que salva no es de nosotros sino que viene exclusivamente de Dios para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
Podemos ver que Jesús desaprobaría a muchos que se congregan en grandes salones y que le alaban y le exaltan por los motivos equivocados, que le siguen por promesas falsas que falsos maestros enseñan, prometen prosperidad, sanidad, bienestar, libertad, etc.
El verdadero cristiano tiene amor genuino por Jesús, porque no le busca por lo que Él puede hacer para satisfacer sus necesidades, sino que ha sido buscado por Dios y anhela vivir para Su gloria en obediencia a su palabra.
Ese es el resultado de haber sido bendecido con la fe genuina que lleva a reconocer a Jesus como Señor y salvador y a querer vivir en sometimiento y servidumbre al Dios todopoderoso y omnisciente.
Que Dios les bendiga con su gracia, es mi mayor anhelo. Disfruten de un gran día.