Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Juan 16:8 RVR1960
Queridos amigos, en este mundo existen los que son más fáciles de convencer y también están los más difíciles, que son huesos duros de roer.
Esto normalmente se da por las condiciones específicas del carácter de cada una de las personas. Existen las más lábiles que suelen ser convencidas para ser llevadas hacia lo que otros quieren con facilidad y aquellas que se distinguen por sostener sus principios con firmeza.
De alguna manera todos queremos convencer a nuestro prójimo de alguna cosa. Si nos gusta algo nos esforzamos por compartirlo y que otros lo adopten, esto se identifica con mucha frecuencia en los ámbitos religioso, político, académico, deportivo, gastronómico para nombrar algunos.
En el campo religioso vemos cómo personas buscan convencer a muchos a favor de una denominación o secta, lo que normalmente reciben de inicio es rechazo, aunque no faltan quienes se dejan convencer.
En el ámbito espiritual el hombre natural no tiene la capacidad de discernimiento como para comprender la dimensión de su agresión constante a la santidad de Dios, que no es otra cosa que el pecado, menos admitirá la gravedad de esta transgresión, porque su naturaleza no le permite ver los efectos devastadores del pecado para su vida.
El pecado es el verdadero problema de la humanidad, pero la ausencia de sentidos espirituales en el hombre natural no le permite identificarlo. Para que el problema pueda ser enfrentado es necesaria la obra del Espíritu Santo.
El hecho de que el Espíritu Santo vendrá para convencer al mundo de pecado incluye dos aspectos inherentes al convencimiento.
El primero es en un sentido judicial con vista a una condena, un abogado acusador que hace una suerte de radiografía del acusado para sacar a luz las evidencias de su culpabilidad y así convencer, tanto al juez como al acusado de su transgresión. No obstante la comprobación de culpabilidad el acusado no necesariamente estará dispuesto a admitir su culpa.
El segundo aspecto es una mejor opción porque describe que el objetivo del Espíritu Santo no es la condenación, sino el convencimiento de la necesidad de un salvador, despertando una conciencia de culpabilidad. El juicio y la condenación corresponden a Jesucristo conjuntamente al Dios Padre.
La predicación del Evangelio es el instrumento que utiliza el Espíritu Santo para convencer al mundo de pecado y ese Evangelio demuestra fehacientemente la culpabilidad de todos.
Sobre muchos es como la semilla que cae sobre el pavimento, no llevará fruto jamás. Sobre otros es como la semilla que cae entre espinos que no la dejan crecer, admiten su culpabilidad hasta cierto punto y continúan su vida sin cambio alguno. Finalmente en algunos es como la semilla que cae en tierra fértil y germina dando mucho fruto, éstos son los genuinos convencidos a los que su culpa les llega a la consciencia y al alma y con sumo dolor admiten abiertamente su total culpabilidad y son llevados a arrepentirse verdaderamente y a convertirse Mateo 13:1-23.
Podemos observar que el convencimiento del Espíritu Santo no tiene el mismo efecto o significado para todos.
Para el mundo en general no genera cambio alguno, no se arrepiente, porque continúa en franca hostilidad contra Dios por mantenerse sumido en su pecado, a pesar de haber sido convencido después de demostrar su culpa. El hecho de que la palabra pecado sea usada en singular en este versículo, se refiere de manera específica al gran pecado de no reconocer en Jesucristo al Mesías y Salvador.
Otros son convencidos por un corto tiempo, su culpabilidad no les les lleva a genuino arrepentimiento, logran sentir algo de remordimiento y continúan con su vida.
Finalmente están aquellos sobre los cuales el convencimiento del Espíritu Santo surte un efecto tal que cambia su forma de vida y actitud radicalmente, admiten la total evidencia del pecado en su vida, situación que les lleva a tomar consciencia de que en divina justicia son merecedores de juicio y castigo, llegando a apreciar el verdadero valor para sus vidas de la misericordia de Dios a través de Cristo Jesús.
Que el convencimiento del Espíritu Santo obre sobre nosotros.