Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Lucas 17:3
Queridos amigos, solemos llamar la atención a otros sobre cosas que consideramos mal hechas o sobre palabras mal dichas.
Buscamos una respuesta a lo malo que se hizo preguntando por qué se hizo de tal o cual manera, esperando una respuesta que nos podemos imaginar o que es obvia. De ahí que la respuesta será satisfactoria en la medida en que hagamos una buena pregunta.
De la misma manera podemos reflexionar a un hermano comenzando con una buena pregunta, que quizás podría ser ¿Cuánto amas a Dios?
El creyente no está mandado a tomar las funciones de policía espiritual, queriendo llevar cada pecado al tribunal. Dios no nos ha dado la tarea de identificar cada pecado que vemos, porque debemos ser misericordiosos con nuestro prójimo.
Debemos ser estratégicos, como me dijo una vez un querido amigo y hermano, para identificar cuándo es preciso mostrarle al hermano su pecado, a fin de que ponga verdadera atención a lo que le tenemos que decirle.
La parábola de la oveja perdida (Mateo 18:12-14) nos ilustra la forma en que hay que ver esta situación, el objetivo central es conseguir restaurar la relación del hermano con Dios, con sus hermanos en Cristo y con el resto de las personas.
La reprensión no debe verse como el acto de refregar el pecado en la cara del pecador, no debe ser pública, por lo tanto se debe llevar a cabo en privado. Debe ser reflexiva y no imperativa.
Quien vea la necesidad de reprender a su hermano asume una responsabilidad muy sería y debe verificar su actitud y el estado de su corazón, no vaya a ser que el hermano reaccione como los hebreos que Moisés reprendió (Éxodo 2:13-14).
Logrando una buena reflexión en amor es muy probable que el hermano se arrepienta, entonces es menester perdonarle. Sin perdón de por medio la reprensión solo será una vulgar llamada de atención, porque no ayudará al pecador.
Aún cuando el pecador no se arrepienta es obligación del creyente perdonar. Jesús dijo con toda claridad que no existe un límite para perdonar, si es necesario hay que perdonar setenta veces siete le dijo a Pedro (Mateo 18:22).
El creyente jamás debe olvidar que Dios le ha perdonado de forma gratuita sus grandes deudas, por tanto no tiene excusa para no perdonar a otros. La falta de perdón es la actitud de un incrédulo, que todavía no ha conocido la misericordia de Dios.
Les deseo un lindo día en compañía del Buen Pastor, nuestro Señor Jesucristo.