a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. 1 Pedro 1:8-9 RVR1960
Queridos amigos, es maravilloso el poder de la fe genuina que nos permite creer en lo que no vemos y nos lleva a tener la certeza de que lo que Dios nos promete será cumplido plenamente.
Pedro se está dirigiendo a la iglesia, más puntualmente a los creyentes expatriados por la dispersión, es decir la persecución que existía en esa época.
Toda esta gente bendecida tenía la absoluta certeza de que Cristo Jesús era su Señor y salvador. Lo amaban sin haberlo visto jamás, vivían en constante agradecimiento por su obra salvadora en la cruz del calvario.
A pesar de nunca haberlo visto vivían gozosos con toda su confianza puesta en Él.
Su alegría no se podía describir, más aún al alegrarse de algo que ninguno de ellos vio.
Esa es la fe que Dios implanta en los corazones de lo verdaderos creyentes. Un poder que permite que anheles ser obediente y te desesperes por leer su palabra y hablarle en oración. Un poder que te llena de gozo y te permite vivir con paz en el corazón.
El alabar, exaltar y glorificar a Dios en esta vida y el buscar constantemente la obediencia, es decir un cambio de vida notorio, es una señal clara de que hemos sido convertidos.
No se trata de simple fe intelectual, sino del glorioso don de Dios que lleva a creer profundamente en el corazón.
Estemos rebosantes de alegría por el don de gracia, el cual nos lleva a la salvación de nuestras almas.
Que Dios les bendiga con su maravillosa gracia.