El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió. Lucas 10:16 RVR1960
Queridos amigos, en estos tiempos, donde existe una (desesperada) competencia por ganar fieles, la gente no sabe diferenciar entre los fieles ministros de Cristo y los lobos vestidos de oveja.
Los motivos para conseguir seguidores son diversos, por ejemplo, está el afán por compartir las creencias, el deseo de crecimiento de una organización, el enriquecimiento a través de miembros aportantes, un mix de lo anterior o el desinteresado amor al prójimo.
Dentro de nuestra sociedad existen sectas y denominaciones religiosas, que se dedican a proclamar su verdad sistemáticamente. Lo hacen de manera muy organizada y profesional. Y hay quienes caen en sus redes, creyendo haber tomado una buena decisión.
Un grave problema es la cultura reinante en el mundo actual, pues lo primero que la gente esgrime ante una sana crítica o un sano juicio es el argumento de la tolerancia. La tónica casi general es “en algo hay que creer” y la “ley” de la tolerancia permite que las más disparatadas ideas sean “respetadas”, mientras no le afecten a uno.
Con dicha forma de pensar las falsas doctrinas tienen vía libre para difundirse, sin que se pueda hacer mucho para frenarlas, máxime del pobre interés por hacerlo. En ese sentido la cantidad de oferta en el mercado religioso es enorme. Y ante la avalancha de propuestas es difícil determinar qué es lo mejor, porque cada uno se quiere mostrar más atractivo que el otro.
Es patético observar los esfuerzos realizados, pues se asemejan a una burda guerra comercial. Son personas jugando con lo más relevante de la vida de otras personas, aunque muchos no lo entiendan o lo reconozcan.
La pregunta es, ¿cómo se hace para saber si una “oferta religiosa” es verdaderamente buena? ¿Cómo es posible reconocer al fiel siervo de Cristo entre la manada de lobos rapaces?
El éxito de las diferentes organizaciones religiosas radica en la ignorancia de las personas, que “inocentemente” son sacudidas por las olas y son llevadas de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error (Efesios 4:14). Son personas que consiguen engañar con mentiras tan hábiles que parecen verdad.
El oído pecador del hombre natural no está preparado para recibir la verdad de que sólo y únicamente hay que seguir a Cristo. Si así fuera, se podrían ahorrar muchos problemas, pues la consigna sería “no te acerques a nada que no tenga a Cristo Jesús como centro de adoración”.
Pero ante tal argumento ya se saben las respuestas, ya sea por rechazo abierto, por enconada rebeldía o por mera ignorancia. Es por eso que existen tantos seguidores en los lugares equivocados.
En mi criterio el peor engaño se encuentra en las organizaciones que mencionan a Cristo, pero que de ninguna manera son cristocéntricas, pues no lo ponen al Señor en el lugar de honor o hacen que el Señor comparta el honor. Está Jesús y algo o alguien más, le aumentan o le disminuyen, lo cual conduce a perdición (Apocalipsis 22:18-19), pensando que se está en el camino de la salvación.
Si Jesucristo no es el foco central del discurso, si lo que se propone no tiene a Cristo como centro de atención, si existen otros elementos de por medio, la doctrina es falsa. Es por ello que los evangelizadores genuinos deben cuidar muchísimo lo que se propongan transmitir, aunque eso no garantiza que los reciban y oigan.
Es vital entender el significado de rechazar al Dios Padre o a Jesucristo, pues la consecuencia es una sola: la muerte eterna. Así que estemos atentos, pongamos especial atención cuando nos hablen de Cristo Jesús, esforcémonos por escuchar, porque si escuchamos al hombre (correcto), estamos escuchando a Jesús.
Así mismo, si rechazamos al evangelizador (predicador), estamos rechazando a Jesús, y quien rechaza a Jesús, también rechaza al Dios Padre, que lo envió para salvar al mundo.
Les deseo Un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.