“Y aquellos a lo largo del camino son los que han oído, pero después viene el diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Lucas 8:12 LBLA
Queridos amigos, la famosa parábola del sembrador nos muestra cuatro tipos de terreno y cómo se comporta la semilla en cada uno de ellos. Cada clase de terreno representa una disposición del corazón del hombre y la semilla es la Palabra de Dios.
Entonces la clase de suelo determina el éxito o fracaso de la siembra. Así mismo, el éxito o fracaso de la predicación del Evangelio está determinado por dónde cae la semilla. Pero pensemos que Dios puede convertir con su poder el campo más infértil en tierra fértil. Así como el labrador prepara la tierra para la siembra, Dios prepara a sus criaturas para hacer germinar en ellas la fe a través del poder del Evangelio.
En primer lugar está la tierra al lado del camino que está pisoteada, por lo tanto endurecida, casi impenetrable, es poco probable que algo pueda germinar y crecer. En segundo lugar se encuentra el suelo rocoso, que a simple vista parece bueno, porque está cubierto por una capa delgada de tierra, pero la semilla que prenda no tendrá donde asentar raíces, crecerá un poco, pero pronto morirá.
En tercer lugar se tiene un lugar bien arado, que en principio se ve bueno, pero las semillas de espinos y malas hierbas, que desarrollan rápido, no se distinguen a simple vista, éstas crecerán y ahogarán a la planta buena. Finalmente el cuarto tipo de terreno está limpio, bien preparado y tiene una capa profunda de buena tierra, ahí crecerá la planta sana y fuerte, terminando por dar abundante fruto.
La tierra endurecida a lo largo del camino representa un corazón endurecido acompañado de una mente cerrada que rehuye oír la Palabra. Muchos de los líderes religiosos de los tiempos de Jesús se negaron a creer en Su mensaje y muchos en estos tiempos rechazan el mensaje de la Palabra. A pesar de ello algo les queda en la mente y el corazón, pero el diablo conoce su disposición y les arrebata la Palabra con total facilidad.
Tan duro como suena, pero tan real como es, el hombre natural por más predisposición que tenga hacia Dios no deja de ser “hijo del diablo” hasta que nace de nuevo. Juan les dice a los fariseos, algo también válido para el ser humano no regenerado, ustedes son de su padre el diablo, y los deseos de su padre quieren hacer (Juan 8:44).
Es tan así, que el hombre oye y sigue la voz que más le gusta, que más familiar le resulta, porque en la medida en que no se obra la regeneración espiritual sobre él, no quiere seguir la Verdad, porque le parece exagerada, anticuada, ortodoxa, gravosa, exclusiva, etc.
Como gran enemigo espiritual el diablo se ocupa de arrebatar la Palabra de los corazones de las personas, para que no crean y no se salven. Como gran mentiroso que es el maligno se disfraza como ángel de luz (2 Corintios 11:14) para hacer caer con sus estrategias a todos los que no tienen discernimiento espiritual.
Es especialista en hacer pensar a la gente, por un lado, que no existe, y por el otro, que se presenta como un ser monstruoso y maligno, como en las películas que están tan de moda, Hollywood es uno de sus instrumentos favoritos para lavar cerebros.
Es así cómo puede actuar libremente convenciendo a la gente que lo bueno es malo y que lo malo es bueno, para que haga tinieblas de la luz y para que ponga lo dulce por amargo y lo amargo por lo dulce (Isaías 5:20).
El profeta Isaías inicia sus palabras con un “ay de aquellos que”, eso significa que el enemigo, Satanás, está detrás de la ruina de todos los que puede, porque quienes piensen así y obren en consecuencia, pasarán por aflicción eterna, ay de ellos.
Oremos para que Dios tenga misericordia de nosotros y de nuestro prójimo, para que no tengamos que oír arrepentidos: Por cuanto llamé, y no quisiste oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechaste todo consejo mío y mi reprensión no quisiste. También yo me reiré de tu calamidad, y me burlaré cuando te venga lo que temes (Proverbios 1:24-26).
Les deseo Un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.
