Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28:19-20 RVR1960
Queridos amigos, el sustento para mis escritos en este espacio es esta corta pero poderosa palabra «id«.
El anhelo de ser obediente, además, del gozo de compartir con mis amigos de FB los contextos relacionados con mi vida y la Palabra de Dios, me ha llevado a escribir estas reflexiones cristianas, que vengo publicando de un tiempo a esta parte.
«Id» es una orden, un imperativo, para el creyente. En mi caso es un «haced» porque estoy transmitiendo algo de cristianismo a través de mis textos.
Es interesante analizar que para ir, primero hay que venir. Es necesario primero venir a Dios, luego venir al Cuerpo de Cristo, para posteriormente estar habilitado para ir al mundo y evangelizar. Es una cuestión de vida o muerte, se trata de la tarea más importante del mundo.
Cuando se tiene alguna obligación que cumplir, la cual conlleva consecuencias importantes, el peso de la responsabilidad es muy grande. La buena noticia es que nadie que sale al mundo a evangelizar está solo, porque cuenta con la compañía y el sostén de la Persona más importante del universo.
Existen opiniones separadas en cuanto al alcance de estos versículos. Unos dicen que fue una orden expresa y exclusiva para los apóstoles, otros indican que el alcance del mandato es para todos los creyentes.
Consideró que el creyente tiene la obligación de hablar de su Señor con otros en la medida que tenga oportunidad real. La fe llega por el oír la Palabra de Dios y quienes se pueden hacer oír son precisamente los creyentes.
Así mismo consideró que hay creyentes que tienen un llamado para salir al mundo a evangelizar, caso contrario todos tendríamos que ser misioneros, y no creo que eso esté dentro del plan de Dios.
Los apóstoles fueron llamados a conquistar el mundo mediante el Evangelio, ellos asumieron obedientemente la orden y la historia posterior ya es conocida.
A pesar que el término Trinidad como tal no aparece en las Sagradas Escrituras, las palabras de Jesús afirman contundentemente su existencia. El no decía que había que bautizar en los nombres de, sino en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. La naturaleza de Dios es ser tres en uno, y uno al mismo tiempo.
El bautismo es un acto de obediencia, muestra que el creyente se somete a Cristo y que anhela en lo más profundo de su ser vivir de acuerdo a cómo Dios quiere. El bautismo no convierte a nadie, es un reconocimiento público del convertido, declarándose siervo de Jesucristo, manifestando su anhelo de serle fiel.
Es preciso conocer los testimonios, preceptos y ordenanzas de Dios, caso contrario no se tiene base para la obediencia. Hoy menos que nunca podemos indicar no conocer lo que Dios manda, porque tenemos acceso muy fácil a la Biblia. En los tiempos de la Iglesia primitiva era imprescindible que alguien enseñara de manera directa.
La obediencia del creyente no está sustentada por el miedo del infierno, sino más bien, se sostiene por el amor que Dios le profesó al bendecirle con su gracia, sin existir siquiera una partícula subatómica que diera lugar a que éste mereciera el perdón de Dios.
Finalmente está la promesa que Él estará con los creyentes todo el tiempo, no los abandonará bajo ningún motivo o circunstancia. Jesús estaba a la vista de todos ellos, seguramente no entendieron cómo iría a estar con ellos siempre, hasta que el Espíritu Santo se les manifestó después de la ascensión de Jesucristo en el día de Pentecostés.
Jesús está con los convertidos a través de la presencia del Espíritu Santo, quien mora dentro de cada hijo de Dios, guiándole y redarguyéndole para su crecimiento espiritual en obediencia.
Deseo que tengan un día muy bendecido.