Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua. Jeremías 2:13 NVI
Queridos amigos, es curioso cómo el hombre natural prefiere la supuesta seguridad de un pozo de agua estancada que filtra y pronto se acabará a un manantial constante de agua fresca y pura.
Es una figuración exacta de la realidad de la naturaleza humana caída que se aparta o no tiene un interés genuino por acercarse a Dios. Es por eso que la Biblia afirma que no hay quién busque a Dios y que todos se desviaron con la intención de apartarse (Romanos 3:11-12).
No tomar en cuenta a Dios como máxima autoridad resulta ser pecado, porque al no reconocer su autoridad tampoco se quiere seguir o acatar sus mandatos; y pecado significa transgredir los estatutos y preceptos del Creador al no cumplirlos.
Por otro lado está el pecado de sustituir lo bueno por lo malo. Cambiar al maravilloso Dios Creador de todas las cosas por la adoración a ídolos, por sistemas de poder, religiosos, políticos, económicos vanos, sin valor alguno y de trascendencia efímera.
Gracias al pecado del hombre lo intrascendente se antepone a lo trascendente, es locura, es ceguera, y es real. Para quienes admiramos las maravillas de Dios con la certeza de que todas son absolutamente verdaderas, nos resulta duro y contradictorio observar la reacción de olvido desagradecido del pueblo escogido de Dios en los tiempos de Jeremías, como ejemplo.
¿Por qué respondían de tan mala manera? La respuesta la tenemos en nosotros mismos, auscultemos nuestros corazones y constataremos que no somos tan diferentes del pueblo de Israel de aquellos tiempos. El que tiene ojos para ver se dará cuenta de la decepcionante maldad dentro de sí mismo.
La naturaleza caída del hombre le lleva a querer ser su propio señor, le gusta asumir el dominio de su vida en sus propias manos. De esa manera, se encamina en el error de tomar malas decisiones y de generar malas elecciones.
Dios nunca se nos presentó como un páramo seco y estéril, pues ofrece agua viva de verdad, pero el hombre prefiere guardar su provisión de agua en cisternas rotas, que no se pueden llenar. Temblemos en santo temor ante la ira que recibirán aquellos que se apartan del favor de Dios, de quienes desprecian Su gracia, pues son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre (2 Pedro 2:17).
El agua viva es equivalente a la gracia y misericordia de Dios, que regala vida eterna a los muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1). Es agua refrescante y revitalizante para el espíritu, mana de fuentes eternas y fluye para siempre.
El mundo y todo lo inherente a él equivale a cisternas rotas y vacías, exactamente a eso equivalen las filosofías, tradiciones, modas y otras ideas creativas del hombre, ¿entonces por qué o para qué seguir al mundo?
No dejemos de mirar al cielo, es muy fácil encontrar otras fuentes que, supuestamente, pueden saciar nuestra sed con los más diversos sabores, colores, intensidades y temperaturas. El hombre espiritual debe aferrarse sólo al Señor y beber de Su manantial de agua viva, sabe que esa es su única y verdadera alternativa, pues no hay dónde más recurrir para saciar la sed de vida en verdad.
El apóstol Juan escribió las palabras de Jesús: mas el que bebiere de las aguas que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (Juan 4:14), también dijo: si alguno tiene sed, venga a mi y beba (Juan 7:37).
Que el arrepentimiento y la conversión genuinos sean el medio para acercarse a Jesucristo y beber de su fuente inagotable de vida.
Les deseo un día muy bendecido.