Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.” Romanos 12:16 RVR1960
Queridos amigos, qué concepto más lindo el de estar unánimes, es decir de acuerdo con las cosas relevantes correspondientes a un buen vivir y convivir en Iglesia. Los miembros de un cuerpo no discuten entre sí, ninguno le envidia o reprocha a otro por las funciones que tiene, cada miembro cumple con lo que debe hacer, sin interesar si su labor es más o menos prominente.
Cuando cada miembro del Cuerpo de Cristo cumple su función, la Iglesia funciona adecuadamente, satisfaciendo las demandas del Señor.
Es menester deponer la altivez, el orgullo, a pesar de ser más capaz, más rico, más poderoso o más estudiando. El apóstol invita a este tipo de creyentes a “desinflarse” para ponerse al mismo nivel (incluso a nivel inferior para servir) de los creyentes humildes, que son valiosos hermanos en Cristo.
Yéndonos al entorno del mundo, los menos privilegiados son los que más duro trabajan, son los que hacen que la vida de los privilegiados sea más cómoda y llevadera, son los que realizan las labores menos “dignas”, más peligrosas, más contaminadas y sucias. La continuidad del mundo se debe mucho a su existencia.
Dios no juzga con la misma vara que juzga el mundo, además no hace acepción de personas. La medida de Dios es la santidad, y ésta nada tiene que ver con el estatus, la riqueza o el poder. Para comenzar la conducta del cristiano, sin importar cual sea su abstracción, no debe ofender a nadie. Eso no necesariamente demuestra que la humildad de Cristo esté enraizada en su corazón, pero es señal de un buen avance.
No debemos dejarnos impresionar por apariencias y vestimentas para tratar mejor a las personas por un aparente éxito. Esa es una reacción natural, pues nuestra naturaleza caída nos induce a preferir a las personas exitosas, pero el verdadero éxito está en vivir una vida centrada en Jesucristo, y la gran mayoría de estas personas no tienen ningún “éxito” espiritual. Los supuestos triunfadores no lo son en realidad. Antes de ejercer prejuicios pecaminosos, esforcémonos por conocer a los hermanos en la fe y verificar cuán exitosos en santidad son (Santiago 2:5-6).
El cristiano no debe esforzarse por caer bien, adulando a las personas. Debe más bien manifestar sincero amor por sus hermanos y por el prójimo, buscando hacerles el bien. Si amamos a nuestros hermanos como Cristo nos ama, nuestra disposición por ayudarlos, apoyarlos, compartir con ellos e incluso perdonarlos será muy alta. Evitemos ser fríos o tibios con los hermanos, procuremos acercarnos para identificar qué necesitan, qué podemos hacer por ellos, y no olvidemos de orar por ellos.
El amor cristiano debe alcanzar también para los impíos cercanos, que pueden ser vecinos, colegas de trabajo y también amigos; pero no debe terminar ahí, pues ha de ser suficiente incluso para los enemigos.
Para muchos la sabiduría en la propia opinión orbita alrededor de un tema más profundo que es la comprensión de la verdad. Si se pone en el plano de la discusión el alcance y significado de la verdad dudando de Dios, jamás se llegará a buen puerto. Si el creyente no cree en la Palabra íntegramente, no puede declarase cristiano, y menos podrá vivir como tal.
Debemos desechar toda la arrogancia de nuestra propia sabiduría, el orgullo obstinado hace que no dejemos de justificarnos y representa una tremenda falla (pecado). Error de los impíos y de muchos creyentes débiles en la fe es creer que saben muchas cosas mejor que otros, especialmente que Dios. La sabiduría en la propia opinión va en contra del temor de Dios, en realidad es uno de los grandes enemigos del temor de Dios. Recordemos que el temor de Dios es fuente de toda sabiduría.
Les deseo la bendición de gracia.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.