Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; Efesios 6:5 RVR1960
Queridos amigos, al leer este versículo podríamos pensar que no aplica para estos tiempos, porque la condición de esclavitud está fuera de época, además es ilegal.
Y estamos en lo correcto si tomamos la enseñanza al pie de la letra. Sin embargo, se la puede utilizar análogamente para una relación laboral, entre trabajador y empleador.
Los hijos deben ser obedientes a sus padres, los maridos deben amar a sus esposas, las esposas deben ser sumisas a sus esposos creyentes verdaderos (no es sometimiento, o sumisión a un impío), los trabajadores deben cumplir con su deber y con las órdenes de sus jefes. Los jefes deben dar trato justo y recto a sus trabajadores. Nunca se debe separar las obligaciones ante Dios de los beneficios del evangelio.
La esclavitud es condenable, especialmente cuando hay maltrato. El apóstol Pablo da por sentado que la esclavitud en su tiempo era un hecho común y no la condena, porque si se siguen los preceptos de Jesucristo tanto esclavos como amos pueden vivir bien y en paz. Pablo enseña como aminorar los males, tanto a los esclavos como a los amos. En todos los casos la fe de Jesucristo llega por igual, pero los deberes cristianos aplican según sea el caso.
Hablando en términos laborales los esclavos de la antigüedad equivalían a la mano de obra de la actualidad. El resultado de una buena labor siempre será bueno, sin importar si la hizo un esclavo o uno libre. En ese sentido es determinante realizar una buena labor para ser un buen trabajador; debe ser la aspiración de todo creyente.
No es casual que se haya acuñado el dicho: “el ojo del amo engorda el ganado”. En ese sentido el trabajador debe agradar a su empleador todo el tiempo, y no sólo cuando lo observa. Todo trabajador recibe un sueldo para servir a su empleador, pero el servicio debe ir más allá, debe ser realizado con sinceridad y fidelidad, porque también está sirviendo a su Señor en temor reverente.
Los trabajadores deben trabajar duro, pero pensando en realizar bien su labor, como si lo estuvieran haciendo para su Señor Jesucristo. Deben ser disciplinados y comprometidos, la supervisión de un superior no debería ser necesaria para un trabajador seguidor de Cristo, especialmente si sabe de la constante supervisión de Dios para con sus hijos.
Todo lo que un trabajador cristiano haga debe ser con diligencia, sin negligencia, no con flojera. Debe trabajar con gozo por tener el trabajo que la providencia de Dios dispuso. Debe hacerlo en amor cristiano para salvaguardar los intereses de colegas y jefes.
Los deberes pueden cumplirse si se tiene al Señor Jesucristo como prioridad de vida; sus seguidores fieles y sinceros conseguirán sus objetivos terrenales con la libertad en Cristo y no a regañadientes, ni por presión. Es una obligación ante el rey de Reyes y señor de Señores, que debe ser cumplida para glorificarlo. Si se sirve bien al empleador, también se sirve bien a Dios.
El mero hecho de servir al Dios de la gracia debería ser recompensa suficiente, sin embargo, el Padre celestial recompensará en el cielo el deber cumplido para su gloria.
Cuánto mejor sería el mundo si todos cumpliesen con los deberes establecidos por Dios. Quienes incumplen sus deberes se engañan a sí mismos, y son causa de malestar y pérdidas, y se hacen merecedores del justo castigo terrenal.
Los jefes deben actuar recíprocamente, con justicia, buena voluntad e interés. No deben ser tiránicos ni opresores, y deben dejar de lado las amenazas. Todos los creyentes, sean jefes o empleados, son siervos de Jesucristo y deben servir a Dios con buena voluntad y obediencia.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.