Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes?” Éxodo 16:28 RVR1960
Queridos amigos, como ejemplo, tomó la mentira, que es una práctica común entre todos, me arriesgo a decir sin excepción. Claro que no todos somos unos mentirosos consumados, el punto está en que mentimos no importando el motivo, la cosa es que mentimos, aunque sea una “mentirita”.
Cuando suena el teléfono es relativamente común el que alguna vez nos hagamos negar, o cuando nos invitan y no queremos ir nos inventamos alguna excusa, o también están las así llamadas mentiras piadosas.
Si alguno puede decir «yo hace tres meses que no miento», que me tire la primera piedra.
Un mandamiento simple como no mentir nos es imposible cumplir. Sin duda hay creyentes que de ser mentirosillos se han ido perfeccionando a través de la gracia de Dios y han reducido su práctica de mentira significativamente, pero no creo que sean perfectos.
Somos de dura cerviz, como ya se lo dijo Dios a Moisés sobre el pueblo de Israel. Nuestra naturaleza caída nos lleva a ser tercos y rebeldes. Sabemos que mentir es malo, cualquiera en el mundo, sin necesidad de conocer a Dios, sabe que la mentira no es buena, es parte de la ley moral.
Si es así, ¿por qué seguimos mintiendo? La respuesta se encuentra en la maldad inherente del hombre por su condición caída en el pecado. Nuestra naturaleza carnal lucha contra las cosas de Dios y el mundo le acompaña. Una mentira piadosa no es mal vista por el mundo, por lo tanto no puede ser tan mala. Sin embargo los principios de Dios dicen todo lo contrario, basta con un pecado muy chiquito para herir la santidad infinita de Dios y hacerse merecedor de juicio y castigo.
El contexto del versículo se encuentra en medio del desierto. Dios bendecía al pueblo hebreo con el maná todos los días. Nadie debía recoger en exceso porque se podría, sin embargo el día sexto debían recoger doble ración a fin de no trabajar el día de reposo, ese excedente recogido en ese día específico no se descomponía, un milagro más de Jehová. No faltaron quienes salieron a buscar en el día de reposo, motivo suficiente como para que Dios le preguntara a Moisés ¿cuándo será el día en que me harán caso? La pregunta es retórica, porque Dios sabe que la naturaleza del hombre no es precisamente la de serle obediente.
De ahí la necesidad de arrepentirse y convertirse para luego nacer de nuevo, porque la única manera posible de agradar a Dios es estando libre de pecado y eso solo se consigue a través de alguien que muera en vez de nosotros (la paga del pecado es muerte), ese alguien puede ser solo y únicamente Jesucristo, quien ya murió en la cruz en muerte sustituta por los pecadores que en Él creen.
Les deseo un día muy bendecido.