Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? Juan 16:31 RVR1960
Queridos amigos, el hecho de creer puede ser muy subjetivo, pues hay personas que afirman creer mucho y, sin embargo, llegado el momento resulta no ser tal como piensan.
La medida del mundo de cuánto una persona cree en algo o en alguien está dada por factores tales como las emociones, los intereses, las condiciones, las tendencias de pensamiento, e incluso la abstracción social. En función de ello la creencia será más o menos firme.
De igual manera los sentimientos del momento aportan a creer más o también menos, pues en la medida en que el alma está más apesadumbrada (momento en el cual se genera una mayor búsqueda) la tendencia a buscar respuestas y a creer, dígase poner la confianza, en algo o alguien es mayor, por supuesto que el efecto también puede ser un rechazo tenaz por considerarse que no existe respuesta.
En función a lo descrito anteriormente el hombre natural suele creer en alguna deidad; muchos afirman que es necesario creer en algo. Es una creencia de índole intelectual, pues se sustenta en el uso de la razón para discernir las cosas. Además de la inteligencia está la experiencia, la cultura y el entorno social, es por eso que la concentración de religiones se da en determinadas culturas y zonas geográficas, aunque con la globalización los límites geográficos se difuminan cada vez más.
Sin excepción, todas las religiones del mundo, menos la de los verdaderos seguidores de Cristo, se sustentan en la fe intelectual del hombre. Es el humano quien decide creer y seguir las doctrinas y rituales, sujetándose más o menos en función de la firmeza de su pensamiento, o por obligación, pues hay quienes se ocupan de controlar que se cumpla fielmente lo establecido (por dios y por el hombre).
De ahí que se tienen los extremos desde los fanáticos fundamentalistas hasta los simpáticos liberales. Los primeros son vistos con recelo y temor, en tanto que los segundos suelen ser los preferidos del mundo, porque poco exigen. Lo que debemos tener en claro, es que ambos extremos, juntamente a todos los otros matices de en medio, son el resultado del pensamiento humano.
Las religiones politeístas, como su nombre indica, permiten adorar a varios dioses. En tanto que las monoteístas se circunscriben a la influencia de una sola deidad, aunque dentro del monoteísmo, en muchos casos se practica una suerte de idolatría por existir una serie de intermediarios a los cuales se puede acudir por existir una determinada preferencia relacionada a su efectividad para mediar a favor del deudo.
De los miles de religiones en el mundo solo cinco son monoteístas: cristianismo, islam y judaísmo son las tres grandes y el sijismo junto con el zoroastrismo las acompañan. En estos casos el celo por su dios es central, y por supuesto que para sus seguidores no existe ningún otro dios que el de su religión.
Se requeriría de mayor espacio para argumentar el porqué el Cristianismo Bíblico es la religión del verdadero Dios, sin embargo, las diferencias son sustanciales e históricamente comprobables, aunque los aspectos espirituales son los que en definitiva hacen la gran diferencia.
Volviendo al término creer, la fe de todas las religiones es de índole intelectual, en tanto, que la fe del creyente cristiano genuino es producto de un don, un regalo de Dios. El pecado en el corazón humano está tan arraigado, que sin la obra de Dios de por medio, todos se resisten a creer en la única Verdad y a seguirla, porque alumbra exponiendo a la luz la maldad del hombre, y a nadie le gusta que le digan que es malo.
Para creer en verdad se necesitan una serie de elementos que Dios pone a disposición de sus escogidos. Primero envió a su Hijo al mundo a morir en la cruz para pagar el precio del pecado, después vino el Espíritu Santo quien regenera el espíritu del hombre muerto en delitos y pecados (Efesios 2:1) a vida nueva.
Con un espíritu regenerado, el así llamado nacimiento de nuevo, el hombre natural es convertido en espiritual para poder aprovechar de los maravillosos regalos que Dios le brinda, primero el don de fe para creer en Cristo Jesús como su Señor y salvador abriendo de esa manera sus ojos y oídos espirituales.
Llegado ese punto el hombre recién puede discernir sobre su anterior y actual estado, porque además el Espíritu Santo obra sobre él dándole convencimiento de pecado, a fin de que discierna la dimensión de su maldad.
A pesar de haber presenciado milagros increíbles, la gran mayoría no creyó en Jesús de manera genuina, de forma tal, que deseasen someterse al señorío de Jesucristo como siervos (fieles). En estos días nadie quiere someterse a nadie ni a nada, peor si no están munidos de ojos y oídos espirituales. No disciernen que no hay cosa más hermosa que estar sometido al señorío de Cristo y poder decirle “creo en ti mi Señor y anhelo hacer tu voluntad y no la mía”.
Creer en el Señor Jesucristo tiene consecuencias eternas. El creyente se convierte en hijo de Dios y coheredero del reino de los cielos conjuntamente con el Hijo para morar junto con Él para siempre, y en este mundo de tribulación puede continuar su vida adorando a su Señor con obediencia, gozándose en Él (don de gozo), sabiendo que está en paz con Dios y que también le fue dado el don de paz por su Creador.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.