Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; Lucas 24:45 RVR1960
Queridos amigos, en mis épocas de joven rebelde y poco aplicado en los estudios mi madre tomó la sabia decisión de contratar a un muchacho universitario para que me guiase.
No recuerdo si yo no ponía atención o si la capacidad de transmisión de mi maestro era insuficiente, pero de una u otra forma no destacaba en resultados. Mi joven tutor logró despertar mi interés por ciertas materias, de esa manera abrió mi entendimiento y me motivó a interesarme por aquello que no entendía y me parecía muy aburrido.
De igual manera alguna vez agarré la Biblia y empecé a leerla por el hecho de saber que era un libro sagrado. Las simpáticas historias del Génesis siempre me gustaron pero no las entendí en su profundo sentido espiritual hasta que mi “tutor”, el Espíritu Santo, decidió darme el entendimiento necesario.
Sin el entendimiento que nos es dado por el Espíritu Santo nuestra comprensión de la Palabra escrita será solamente intelectual.
Podemos recurrir a libros de consulta, textos de comentarios y personas entendidas para tratar de comprender, pero mientras no nos sea dado entendimiento desde el cielo, nuestra comprensión de las Sagradas Escrituras se mantendrá en el ámbito del conocimiento meramente intelectual.
Jesucristo les dio entendimiento a aquellos de quienes se podría suponer que ya estaban crecidos espiritualmente por haber andado con Él. Cuando el Señor se presentó ante ellos de manera sorpresiva después de su resurrección, aquellos supuestamente desarrollados en fe y en espíritu reaccionaron con miedo e incredulidad, pensando que se trataba de un fantasma.
Las cosas de la fe, los secretos revelados de Dios y los corazones humanos requieren de una apertura del entendimiento. El Creador da ojos para ver y oídos para oír, la Palabra dice que el hombre natural tiene ojos y no ve y también tiene oídos y no oye, por eso se hace necesaria la intervención divina de Dios para abrir el entendimiento a fin de poder ver y oír espiritualmente.
El salmista le implora a Dios pidiéndole que le abra los ojos para poder mirar y entender las maravillas de Su ley (Salmos 119:18) consciente de no poder ver sin Su ayuda. Me impactan las profecías de Isaías, quien escribió: En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas. Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová, y aún los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel (Isaías 29:18-19).
Es imprescindible la obra del Espíritu Santo abriendo los ojos para convertirse de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para poder recibir, por la fe en Cristo, perdón de pecados y herencia entre los santificados (Hechos 26:18).
Sin la obra del Espíritu el entendimiento se embota, como con los judíos, que hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual es quitado por Cristo. Y aún hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos (2 Corintios 3:14-15). Lo mismo ocurre con cualquier ser humano que no se ha convertido genuinamente al Señor. Les deseo un día muy bendecido.