No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2 RVR1960
Queridos amigos, si las diferencias de opinión prevalecían hasta en los apóstoles y los discípulos de Jesús, ¿podremos pretender hallar unidad en la iglesia de estos tiempos?
En uno de mis viajes me encontré con un grupo numeroso de norteamericanos de raza negra, que, a simple vista, era religioso. Los varones se vestían de manera uniformada, pues llevaban unas camisetas negras con flecos alrededor de la parte inferior, que estaban impresas con versículos de la Biblia.
Ose acercarme al grupo, pues eran altos y en extremo fornidos, e inicie conversación con uno de ellos, usando como rompehielos el versículo de Apocalipsis que tenía impreso en la espalda. Ante mi curiosidad su respuesta fue como un discurso preparado, me dio a entender que ellos eran los verdaderos herederos de Abraham y que, por tanto, eran salvos, sin otorgarme mayor espacio para ampliar la charla.
Un tanto frustrado pensé, que debía conocer más de ellos. Poco después se me presentó una oportunidad cuando vi a una mujer del grupo estudiando su Biblia, me senté a su lado, le conté que soy creyente y me comentó que el propósito de su viaje era dar a conocer la palabra de Dios, lo cual me pareció fantástico. Traté de conversar un poco más con ella, pero con mucha diplomacia me entregó un papelito con una página web donde podría empaparme más sobre ellos, diciéndome que se tenía que ir.
Pasado un par de días fui a la biblioteca a estudiar la Palabra y me encontré con uno de ellos que estaba profundizando en las Escrituras. Le saludé y replicó mi saludo, luego le dije que mi propósito de estar ahí era también el de estudiar. Recibí una mirada de “no me importunes” como respuesta, di por terminado el encuentro, diciéndole que sentía mucho haberle interrumpido.
Deduzco que se trata de una secta judaizante, que cree ser heredera del reino. Percibí en ellos una suerte de sentido de superioridad y de segregación, un tanto farisaico. Me arriesgo a pensar que se trata de una de esas agrupaciones religiosas, que promueve entre sus miembros el ser orgulloso, altivo y elitista.
Pensé que si hubiera tenido la oportunidad para hablar abiertamente con ellos les habría sugerido que centren su discurso y su vida en Jesucristo, en nada ni nadie más.
Quisiera creer que son seguidores de Cristo porque observé cómo dedicaban tiempo al estudio, sin embargo, cuánta diferencia encontré con mi persona, que, si alguien me menciona a Jesús, me puedo quedar a su lado hablando por horas, porque tengo sed de Él.
Este grupo ha adoptado las conductas y costumbres de este mundo, primero se uniforma para diferenciarse, luego asume una actitud de distanciamiento y centra su doctrina en una supuesta descendencia abrahámica. No están dejando que Dios los transforme en personas nuevas, seguramente han cambiado su manera de pensar, pero para amoldarse a esquemas religiosos legalistas.
Mientras no haya una transformación en ellos mediante la renovación de su entendimiento, no aprenderán a conocer la voluntad de Dios. Seguirán su vida pensando que lo hacen bien, sin darse cuenta de lo equivocados que están, adoptando conductas religiosas empapadas de tradición. No está bien para quienes se dicen creyentes estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo.
Lo penoso es que se perderán por el camino y probablemente no lleguen a la puerta estrecha, porque no podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios para ellos, una voluntad que es buena, agradable y perfecta, morir cada vez más al pecado y vivir cada vez más por la justicia. O sea llevando adelante una vida de culto verdadero, consiguiendo un cambio real de esencia.
Es probable que no se llegue a hallar unión desde la óptica del hombre, pero es posible estar unánimes en la perspectiva de Jesucristo, porque se trata del poder de Dios en acción. Jesús le pedía al Padre que permitiese que sus hijos alcanzasen la perfección en la unidad, pues Él está en ellos y el Padre celestial está en Cristo Jesús.
Quizás de esa manera el mundo reconozca que fue el Padre quien envió al Hijo y que los nacidos de nuevo son amados tal cual Dios amó a Jesucristo (Juan 17;23).
Que el amor de Dios sea la guía para su vida en este mundo. Tengan un día bendecido.