Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. 1 Corintios 1:19 RVR1960
Queridos amigos, en la Palabra está escrito que el Señor conoce los pensamientos de los sabios y complementa aclarando lo vanos que son (1 Corintios 3:20).
Se podría ver como un duro ataque a la ciencia moderna que está sustentada en los pensamientos de los sabios, pero no se trata de un ataque sino de la verdad manifiesta de Dios, pues la ciencia no se enfoca en la búsqueda de la verdad (de Dios), sino que a los ojos de Dios es vanidad en acción.
Por supuesto que existen avances científicos que representan grandes pasos para el bienestar de la humanidad, sin embargo, ninguno de ellos ha podido acercar al hombre ni un nano milímetro a Dios. Por tanto, ¿de qué sirve un mayor grado de bienestar durante poco más de posibles cien años de vida terrenal, si al final será el crujir de dientes por la eternidad?
El otro día en una conversación de sobremesa constaté una vez más cómo el hombre admira el conocimiento del hombre, enalteciendo además el grado de cultura en ciertas personas. Pensé en sacar mi Biblia y leerles el pasaje de la Palabra inspirada donde el apóstol Pablo explícitamente dice que nadie se engañe a sí mismo, que, si alguien se cree sabio, se haga ignorante, para que llegue a ser sabio (1 Corintios 3:18).
No se trata precisamente de despreciar el conocimiento y su búsqueda, sino más bien de encumbrar lo que realmente tiene valor y buscar la verdadera sabiduría que viene de Dios enalteciéndola.
El mundo considera la genuina sabiduría como algo necio. Esto está relacionado con el orgullo intelectual (sabiduría egocéntrica y presuntuosa), pues quien no está de acuerdo con él está rotundamente equivocado. Vemos que la exhortación del apóstol Pablo de que nadie se engañe a sí mismo, va de la mano con la tozudez del orgullo intelectual, que no considera de ninguna manera en estar equivocado.
Lamentablemente todos aquellos que se creen sabios o que confían en la sabiduría de este mundo, ya tienen su destino final marcado por ellos mismos.
La sabiduría de este mundo está equivocada porque no conoce a Dios y por tanto, le ignora en todo sentido. Se trata de falsa sabiduría que observa la verdadera sabiduría de Dios como necedad y locura, y que lamentablemente está tremendamente enraizada en el corazón del hombre natural.
La relación antagónica entre la sabiduría de este mundo y la sabiduría de Dios, lleva a que Dios, en su sabiduría, destruya la sabiduría de los sabios y deseche el entendimiento de los entendidos. Dios obra de manera opuesta a las perspectivas del hombre natural, porque su sabiduría es perfecta y la sabiduría del hombre está manchada por su naturaleza caída.
Así como los griegos de la Grecia clásica, nuestra sociedad moderna hace del conocimiento y la sabiduría un objetivo sin significado, pues es vano, por lo menos en los términos más relevantes, que son los espirituales. De qué sirve saber si tal o cual alimento a la larga es dañino, si existen metales o no metales que son mucho mejores conductores o que se descubrirá la cura del cáncer dentro de cinco años, ¿si se rechaza la cruz de Jesucristo?
Quienes gozan de la gracia tienen su fe fundada en el poder y la sabiduría de Dios, dolorosamente muchos creen que la gracia es por obras, porque se dejan guiar equivocadamente por la sabiduría de los hombres (1 Corintios 2:4-5). El apóstol Pablo manifiesta que ninguno de los príncipes de este siglo conoció la sabiduría, porque si la hubieran conocido nunca habrían crucificado a Jesucristo.
La sabiduría que los príncipes no conocieron, porque no hubo ojo que la viera y oído que la oyera ni corazón que la discerniera, fue reservada para los que, a través de la misericordia, gracia y la regeneración del espíritu aman a Dios (1 Corintios 2:8-9).
Les deseo un día muy bendecido.