Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. 2 Timoteo 2:22 RVR1960
Queridos amigos, cuando quieres huir de la tentación, que a la vista es buena y divertida, el mundo se esfuerza por hacerte sentir como un cobarde y perdedor.
Huir de las cosas que producen malos pensamientos y acciones para seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre es de seguidores de Cristo (1 Timoteo 6:11). Es preferible tener la valentía de alejarse física y mentalmente de las tentaciones, que iniciar una pelea contra su dominio.
Timoteo en el tiempo en que fue escrita la epístola era un líder bastante joven de la Iglesia. Precisamente por esa juventud el apóstol Pablo le estaba exhortando a huir de las pasiones juveniles y a vivir una vida acorde a su condición de discípulo de Cristo.
Lo primero que se relaciona a pasiones juveniles son deseos sexuales ilícitos, sin embargo, existen otro tipo de lujurias, que son típicas de la juventud y que se manifiestan también en algunos no tan jóvenes.
La impaciencia suele ser un atributo de los jóvenes, quienes no disciernen que la excesiva prisa puede tener más malas que buenas consecuencias. La paciencia es una condición que el creyente debe desarrollar.
Es común observar la intolerancia en las opiniones de los jóvenes, quienes viven según sus ideales, los cuales ponen a éstos como no negociables, llegando a tener una posición arrogante ante opiniones que les resultan contrarias. No entienden que puntos de vista distintos pueden tener algo de bueno. La mansedumbre es llamada en estas situaciones.
Aman lo nuevo, lo moderno y se inclinan por restar valor a lo establecido, a lo “antiguo” y pasado de moda. Rechazan la voz de la experiencia, creen que todo lo que viven es inédito, sin darse cuenta que no hay nada nuevo debajo del sol.
Todo lo quieren discutir, buscan desmenuzar las cosas hasta el más mínimo detalle en largas y poco útiles conversaciones, para que al final todo quede en teoría, consiguiendo poco o nada de efectivo en la práctica.
Tienen una especial facilidad para el enfado, cuando sienten que no son comprendidos o cuando perciben que se estaría agrediendo su intimidad. Palabras sabias las del Predicador del libro de Eclesiastés cuando exhorta a los jóvenes diciéndoles que alejen el enojo de su corazón y aparten de su carne el mal, haciendo hincapié en que la juventud es vanidad (Eclesiastés 11:10).
El salmista nos ayuda a comprender la forma en que el joven puede limpiar su camino. Nos dice que debe guardar la palabra de Dios (Salmos 119:9). Quien es obediente al Señor es ejemplo para los otros convertidos. De la misma manera un joven obediente puede ser ejemplo, sin que su juventud sea un obstáculo, especialmente cuando es ejemplo de los demás creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Timoteo 4:12).
Parafraseando lo que decía el apóstol Pablo: les ruego hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que hablemos todos, jóvenes y mayores, una misma cosa, y que no haya entre nosotros divisiones, sino que estemos perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer, que son los de Jesucristo (1 Corintios 1:10).
Los jóvenes del mundo no miran con buenos ojos la presencia de adultos en sus vidas, porque creen que perturban sus objetivos. Los jóvenes creyentes deben comprender que tanto ellos como los mayores, al ser seguidores de Jesucristo, deben ser de un mismo sentir y de una misma mente, pues su objetivo es el mismo.
Vivamos para la gloria de nuestro Señor y no nos cansemos de alabar sus maravillas.