¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Salmos 2:1 RVR1960
Queridos amigos, el entusiasmo y la esperanza de las masas al ver el efecto exitoso de su elección democrática, generalmente, se ven mermados cuando los resultados de gestión de su elegido no están acordes a sus expectativas.
Ante un gobierno mal llevado, donde el despotismo y la tiranía reinan, no es rara la conspiración, y que la nación finalmente se subleve.
Cuando alguna ley, por más buena que sea, no es del agrado de las personas, éstas se enojan y reaccionan con rechazo. Esto sucede cuando el efecto de la nueva norma va en contra de los intereses individuales. Un buen ejemplo podría ser un incremento significativo en el impuesto a las bebidas alcohólicas, el cual generaría una disminución en el tan nocivo consumo.
Las borracheras serían más onerosas, algo inaceptable para quienes tienen su modus vivendi casado con el consumo de alcohol. Además se diría que el gobierno se está aprovechando a costa del pueblo por tener una fuente más para robar.
Nos encontramos ante situaciones y pensamientos vanos, por su contenido de egoísmo y visión demasiado corta.
Acabamos de observar situaciones terrenales comunes, sin embargo, el versículo que nos ocupa se refiere a la relación de la humanidad con Dios.
La historia del mundo revela que los primeros en amotinarse contra el cielo, casi siempre, han sido los gobernantes, cuyas acciones iban y van en contra de los preceptos de Dios. Al final su dominio, poder y riquezas terminarán en nada, son vanos en la eternidad.
El hecho de que el hombre natural se subleve vanamente a las exigencias del Señor, es una situación loca y descabellada. Pero la humanidad sin Dios está esclavizada al pecado y es incitada por Satanás a oponerse a todo lo que venga de Él. El mundo entero está bajo el poder del maligno, por lo tanto, no tendrá verdadera intención de seguir a Cristo.
Todo aquel que no quiere seguir a Cristo es su adversario, porque, sabiendo o sin saberlo, es seguidor del Príncipe de este mundo. La justicia y verdad que vienen del Creador están en contra de los deseos mundanos de satisfacer ambiciones y concupiscencias, lo cual lleva a rebelión a quienes ven con aversión las cosas de Dios.
Para los inconversos los mandamientos de Dios representan un inconveniente. Aunque muchos digan, de boca para afuera, estar de acuerdo con ellos, no pueden ni quieren cumplirlos. Se unen contra Dios para justificar las acciones, que según ellos no son tan malas.
Hay quienes se oponen a la ley contra el aborto, pero están a favor del matrimonio homosexual. Están los que promueven la pena de muerte, pero están en contra de la legalización de la marihuana. Aprueban el consumo de alcohol pero rechazan el tabaco. Y así sucesivamente, todo en este mundo moderno resulta relativo y cada quien piensa según sus deseos y convicciones carnales e individualistas.
En tanto que Dios es absoluto en su justicia. Sus leyes son vigentes y actuales ayer, hoy y siempre. Los pensamientos del Creador son perfectos e inmutables. Su verdad es definitiva y no suele ser del gusto de las mayorías, aunque por el sentido moral implantado por Dios en el hombre natural, éste está de acuerdo en teoría, pero se contradice en los hechos.
Hacer caso omiso de los preceptos de Dios, o cumplirlos a medias, no es otra cosa que renegar a su reinado y soberanía. El ser inferior se subleva contra el superior, la creación se opone a su Creador. No entienden que Dios sabe lo que es bueno y perfecto, y que, además, desea lo mejor para los hombres.
La humanidad pierde el tiempo en planes inútiles y vanos, anhela romper las cadenas que Dios habría puesto sobre ellos, ignorando el verdadero yugo de Satanás. Al desear ser libres de tal supuesta esclavitud, se rebelan. En su ignorancia no saben que es una rebelión que no tiene la menor opción de triunfar.
Si estamos a favor de todo lo que el mundo aprueba, vamos en contra de Dios. Dicho de otro modo, si caminamos genuinamente con Jesucristo, estamos contra todo el mundo, que vive sin Dios.
Mis oraciones son para aquellos que viven en la ignorancia sin gozar de la gracia de Dios.