Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido Lucas 14:11 RVR1960
Queridos amigos, seguramente que para los participantes del mundo este versículo suena tremendamente contradictorio.
El mundo te enseña tácitamente que no hay que humillarse y menos dejarse humillar.
La mala noticia para muchos es que para ser cristiano es necesario padecer humillación, ya sea porque uno mismo se humilla ante otros o porque es humillado por otros.
¿Por qué es necesaria la humillación? Porque la humildad es un elemento imprescindible para ser parte del reino de los cielos. El humilde no ostenta, prefiere quedarse callado cuando es agredido verbalmente, no busca reconocimiento y si es cristiano siempre desea que toda la gloria sea para Dios.
El humilde muestra frutos de paciencia, benignidad, mansedumbre y fe. Se tratan de frutos del Espíritu, que nos son dados, el cristiano ni siquiera en algo muy propio como el carácter se puede jactar (glorificar).
La paciencia es una virtud para esperar, pero también es la capacidad de sufrir adversidades o cosas ofensivas sin quejarse ni revelarse, con la fortaleza del Todopoderoso.
La benignidad es una característica del cristiano que muestra misericordia por su prójimo, se puede expresar en forma de buena voluntad y comprensión, incluso cuando recibe un trato humillante.
El humilde es manso y la Palabra dice que los mansos son bienaventurados porque recibirán la tierra en herencia (Mateo 5:5). La mansedumbre es la forma dócil y suave que la persona tiene en su trato con otros.
Sin fe sería imposible ser humilde, la fe hace que el creyente se reconozca como perdido y que aprenda que la única forma de ganar es haciéndolo con la plena ayuda del Señor Jesucristo. El creyente entiende que no merece la salvación y que en verdad es merecedor de nada, eso implica humillarse en primera instancia ante Dios.
La fe conduce al creyente a un cambio de actitud a través del arrepentimiento y le lleva a anhelar ser obediente. En obediencia sabe que no debe ser piedra de tropiezo para otros, por lo cual evita defenderse, es manso, es pacífico y busca la paz, con paciencia espera lo que conoce que vendrá con total seguridad: verá de pie la segunda llegada del Señor Jesucristo y compartirá su gloria con Él y después le espera la vida eterna a su lado.
Finalmente imaginemos estar al lado de nuestro Señor y maestro, y comparémonos con su obra, su magnitud y su santidad. Ahora veamos si nos queda algo de orgullo…
Les deseo un lindo día, bendecidos por nuestro Todopoderoso Dios.