Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Efesios 5:1 RVR1960
Queridos amigos, lamentablemente existe el concepto equivocado y generalizado de que todos los humanos son hijos de Dios.
La Biblia hace referencia clara de que todos son criaturas de Dios (Colosenses 1:6) y los que nacen de nuevo se convierten en sus hijos (Juan 1:12, Romanos 9:8, 1 Juan 3:1-10).
Doloroso y terrible como suena, pero tan verdadero como puede ser: Todos nacemos como hijos de ira en pecado (Efesios 2:3). El pecado nos separa de Dios y nos pone al nivel de Satanás, como enemigos de Dios (Santiago 4:4, 1 Juan 3:8).
Jesús descarta que Dios sea el Padre de los pecadores no redimidos, porque ninguno de éstos lo ama de verdad (Juan 8:42) y en el versículo subsiguiente se puede extrapolar la afirmación de que en realidad todos son hijos del diablo (Juan 8:44 y 1 Juan 3:10).
A través de la muerte de Jesucristo se puede ser salvo, a partir de la salvación, que conlleva imprescindiblemente el nuevo nacimiento. Los redimidos son adoptados en la familia de Dios, es decir que se convierten en hijos por sola gracia (Gálatas 4:5-6, Efesios 1:5).
A Dios nadie le vio jamás (Juan 1:18), pero como ejemplo está su Hijo Jesucristo encarnado, que fue conocido por muchos, y que también es Dios. Tomando el ejemplo del Hijo de Dios debemos ser imitadores de Dios.
No es una sugerencia es un imperativo. El ser imitador de Dios es una obligación para el cristiano genuino. Pablo pone la vara lo más alto imaginable, ordena hacer las cosas tal cual Dios las hace. Lo que hace el Padre debe hacerlo el hijo, y Dios es el Padre de los convertidos verdaderos y los convertidos son sus hijos amados.
Los hijos son el objeto del amor de Dios. Esta relación paternal filial amorosa conduce a querer imitar el patrón de comportamiento divino. Se trata de esforzarse para acercarse al carácter de Jesucristo, un modelo de amor, bondad, misericordia y perdón.
El creyente verdadero cuanto más ama a quien no quisiera amar, por ejemplo, a sus enemigos, más se parece a su Padre celestial, quien lo amaba a pesar de que era su enemigo.
El Dios de la Biblia es un Dios de amor infinito, puro y perfecto, su bondad es indescriptible y sus misericordias y perdones son incontables. Dios ha perdonado para salvación por amor a su Hijo Jesucristo, demostrando su maravillosa bondad perdonadora. Y en el sacrificio de Cristo Jesús triunfa su inmedible amor.
El creyente debe perdonar por amor a Dios. Sería demasiado necio no considerar los actos de amor absolutamente desprendido de Dios y pensar que solo le corresponde a Dios actuar de esa manera. Es deber del convertido considerarlos en toda su plenitud y dedicar su vida a amar y perdonar.
Nada hay en el hombre que Dios pueda amar, sin embargo, Él demuestra su amor de manera constante en el diario vivir de los creyentes. Demostró su infinito amor mandando a morir a su único Hijo en muerte de cruz para que los escogidos pudieran vivir una vida reconciliada con Él y fueran bendecidos con Su amorosa gracia para vida eterna.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.