Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» Hebreos 4:16 RVR1960
En contraposición el creyente no requiere de contactos adecuados, es decir mediadores para llegar a la máxima autoridad del universo.
El templo en Jerusalén estaba dividido de tal forma, que solo el sumo sacerdote podía llegar al lugar santísimo con riesgo de perder la vida, si hacia algo indebido, y para colmo lo podía hacer solo una vez al año.
Con el sacrificio de Jesús en la cruz el velo del templo, es decir la cortina que bloqueaba el acceso al lugar santísimo, fue rasgado de arriba hacia abajo (no por mano de hombre), en señal clara de que el acceso a Dios a partir de ese momento ya no era necesario a través de sacerdotes, podía ser directo.
El ministerio sacerdotal de Jesucristo es en los cielos y no en la tierra, y es el que permite que nos podamos acercar al trono de Dios en plena confianza y en cualquier momento, sin necesidad de intermediarios.
Por medio de Jesucristo el Espíritu Santo bendice a los creyentes, invitándoles a acercarse al trono de Dios para recibir gracia y misericordia.
Cuando visualizamos el trono de Dios es posible que veamos más juicio que otra cosa, sin embargo ahora representa sólo gracia para el creyente.
Dios nos da misericordia para perdonar nuestros pecados y gracia para que resistamos nuestras tentaciones.
Recordemos que Dios es siempre oportuno en sus tiempos, Él no se atrasa o adelanta. Él llega en el momento que más nos aprovecha.
Pudimos leer que no nos es posible escondernos de Dios, ahora podemos ver que el creyente tampoco tiene necesidad de esconderse, es más puede entrar en la presencia de Dios como un hijo se encuentra con su padre.
Que Dios les bendiga ampliamente.