Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. 2 Tesalonicenses 2:7 RVR1960
Queridos amigos, que la afirmación “existe una creciente rebelión contra Dios” no nos sorprenda, pues tanto de manera secreta como de forma abierta una muy fuerte rebeldía contra el Creador está en marcha. El Coronavirus y sus secuelas podrían ser parte de ello.
Negar que existe una fuerza del mal en el mundo, sería igual que negar la existencia de Dios. A pesar de la creciente rebelión contra Dios, Él no deja de estar en control. La anarquía y la rebeldía parecen dirigirse cada vez más hacia un caos total, pero Dios no pierde el control, pues tiene bajo su dominio hasta el mismo caos.
El mal se enfrenta al bien, la iniquidad se opone a la justicia, y aunque parezca que la infamia, la maldad y la inmoralidad van a ganar la batalla, el triunfo final y definitivo será de Dios, no cabe la menor duda de ello.
La iniquidad se describe como un acto interno de profunda obstinación contra Dios. Es una ofensa mayor que el pecado, pues se funda en el total desconocimiento y rechazo de la justicia (y verdad) de Dios.
Entonces, no sorprende que las fuerzas del mal estén a cargo del misterio de la iniquidad, pues existen sin ley ni verdad. Y el hombre natural está sometido a la esclavitud del pecado, y por tanto, vive sin anhelar la justicia verdadera ni la verdad, no tiene interés en buscar a Dios (Romanos 3:11).
A Jesús lo prendieron y lo mataron en la cruz hombres inicuos (no eran especialmente malos a los ojos del mundo), es decir hombres sin ley ni verdad (Hechos 2:23), y el que es sin ley se convierte en su propia ley y está convencido de su propia justicia inventada por él mismo. El inicuo sigue la iniquidad a través de su propia justicia, que no es la ley de Dios.
Jesús se encontraba constantemente delante de inicuos, y en una ocasión les dijo: Si su padre fuese Dios, ciertamente me amarían; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entienden mi lenguaje? Porque no pueden escuchar mi palabra. Ustedes son de su padre el diablo, y los deseos de su padre quieren hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira (Juan 8: 42-44).
Al ser el hombre natural llamado hijo del diablo en el sentido espiritual, también hace parte activa de la iniquidad que reina en el mundo. En ese sentido su pecado representa un aporte a los fines del mal, y su generosa contribución se ve en constante crecimiento, o en otras palabras, su rebeldía es cada vez mayor.
El día final del Señor se acerca, es por ello que el mal se está levantando más y más, y se levantará en una dimensión desconocida cuando la fuerza que lo detiene deje de actuar. Entonces se manifestará aquel gran inicuo del que hablan las Escrituras, acompañado de injusticia, mentira, maldad, dolor y sufrimiento.
Alguien obstaculiza o retiene al hombre de pecado. El Espíritu Santo retiene al mal en el mundo, si así no lo hiciera, es muy probable que la humanidad ya no existiría, pues ya nos habríamos matado los unos a los otros. Cuando el momento escatológico (del final de los tiempos) se presente, el Espíritu Santo se quitará de en medio para dejar de mantener las cosas que tiene sujetas, y el mal se multiplicará en gran manera.
En tiempos pasados la corrupción de la doctrina no era tan grande como lo es en estos nuestros tiempos. Gradualmente los niveles de depravación (entiéndase como pecado) están creciendo. Existen cada vez más personas que se declaran creyentes y dicen tener celo por Jesucristo, pero en realidad están siguiendo doctrinas falsas que se Le oponen.
Son tiempos modernos donde se realza a la ciencia como el máximo dios. La superstición y la idolatría también son promovidas con mucho más fuerza que en los tiempos pasados. Los estados se declaran laicos, promoviendo leyes en contra de la justicia de Dios y haciendo notorias las obras diabólicas que las acompañan, convirtiéndose en radicales anticristianos, aunque no lo quieran ni puedan aceptarlo abiertamente. Y todo ello conforma parte del misterio de la iniquidad.
Quienes conocemos la palabra de Dios, sabemos que juntamente con el Espíritu Santo, ésta denuncia al misterio de la iniquidad, y también es de nuestro conocimiento que en el debido momento, será completamente destruido con la segunda venida de Cristo Jesús.
El pecado y Satanás tienen poder, pero no es poder ilimitado como lo es el de Dios. Además llegará el día en que Dios dirá “hasta aquí llegaron”, pues está escrito. Hasta que llegue tal día tienen que pasar muchas cosas, y los creyentes debemos estar preparados para hacer frente a todo lo que ponga bajo amenaza a nuestra fe.
Si nuestra fe es sólida, y somos firmes en nuestra obediencia y oración, no deberíamos temer nada de lo que nos pueda suceder (Romanos 8:28), porque sabemos que Dios y Jesucristo vencerán a las fuerzas del mal en un triunfo definitivo. Incluso si nuestra situación fuera extremadamente terrible y nos encontrásemos delante de un poder enorme del mal, nuestra fe no debe ser sacudida, pues estaríamos viendo cumplida la Palabra escrita de Dios.
Queda preguntarnos: ¿de qué parte quiero estar?, ¿me satisface el estilo de vida que estoy llevando?, ¿creo que soy lo suficientemente bueno como para no pertenecer al equipo del mal?
El único camino para estar del lado correcto es el arrepentimiento y la conversión. Que Dios tenga misericordia de nosotros y que nos bendiga con su gracia.
Les deseo un día muy bendecido.