No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. Levítico 19:16 RVR1960
Queridos amigos, se define al chisme como un rumor o una habladuría que suele difundirse de boca a boca, con el objetivo de criticar o juzgar los actos de una persona.
Un chisme implica realizar comentarios negativos sobre alguien que no está presente o no está escuchando. Existen dos opciones para generar un chisme, la primera basada en un hecho verdadero que el implicado no desea dar a conocer, y la otra fundada en actos o sucesos falsos.
El problema se refuerza en que por lo general la información sobre el chisme no es comprobada por sus difusores, es por esto que los hechos, sean reales o no, se llegan a distorsionar y a exagerar.
El chisme no da lugar a que la persona aludida pueda defenderse, porque tiende a difamar, degradar e incluso destruirla, pues aunque la víctima del chisme pueda argumentar con lógica y verdad sobre la falta de veracidad o sobre el contenido de maldad, el daño ya fue hecho. La Biblia lo define como un atentado a la vida del prójimo, pues es algo muy grave.
A la gente le encanta el chisme, de otra manera la prensa amarillista no tendría tanto éxito, pues se trata de una industria que entretiene a muchos millones de personas todos los días del año a base de noticias irrelevantes y en su gran mayoría falsas.
Resulta que el chisme no hace mella en la consciencia de quienes lo difunden, como la última versión de comidilla del día, ni en la de los medios y periodistas sensacionalistas, hasta que se ven afectados directamente.
Observamos que mientras no se siente el dolor destructivo del chisme en carne propia, la sensatez y la compasión no son relevantes, porque mientras ese no sea el caso el chisme les parece divertido, tanto a los que lo inventan como a los que lo esparcen. No piensan en las consecuencias para el prójimo ni en el daño que están causando, pudiendo ser el efecto solo psicológico, o ir mucho más allá, causando separación, despido, controversia, disensión, pelea y muchas otras cosas malas.
¿Por qué la gente no puede (o no quiere) dominarse y evitar hablar de cosas que involucran a otra persona, y lo hace a sabiendas de que puede causar daño o de que está causando daño?
La respuesta está en la maldad inherente del humano, en su condición caída pecaminosa. El hombre natural no desea demostrar misericordia con su prójimo, porque si a él le dolió, disfruta con el dolor del otro.
El resentimiento es un pecado arraigado en el corazón de la mayoría de las personas. La envidia es otro pecado que abunda y desea destruir lo poco o mucho de bueno conseguido por el vecino.
El aburrimiento de los que no trabajan en nada y andan desordenamente, entrometiéndose en lo ajeno es otro factor común que lleva a que anden chismeando, en muchos casos, con serias consecuencias (2 Tesalonicenses 3:11).
No es machista ni casual que en la Biblia se mencione especialmente al género femenino con relación a las habladurías, pues se trata de una debilidad (pecado) común en las mujeres, aunque no faltan varones especialistas en el arte del chisme y la maledicencia. El apóstol Pablo es muy claro en dicho aspecto haciendo hincapié sobre el tema en su primera epístola dirigida a Timoteo (1 Timoteo 5:13-14).
Todos tenemos el deber de ver primero la viga en nuestro propio ojo antes de querer sacar la paja del ojo ajeno, caso contrario estamos pecando de hipocresía. No podemos juzgar al prójimo sin primero juzgarnos a nosotros mismos, y el chisme es un injusto juicio sobre el comportamiento del vecino, incluso si resulta ser cierto (Juan 7:3-5). No olvidemos a la mujer adultera, que fue pillada en pleno acto de adulterio. Jesús no la condenó, más bien la perdonó en un acto de misericordia, que es lo que todos debemos hacer, hizo especial hincapié en decirle que no peque más (Juan 8:3-11).
Si nos enteramos por medio del chisme sobre algún acto indebido de algún hermano, debemos proceder como nuestro Señor, con misericordia y verdad, porque es lícito juzgar con justo juicio evidenciando el pecado pero no condenándolo (Juan 7:24) y exhortando al hermano a no pecar más, si fuese necesario, o poniéndolo al corriente sobre la habladuría para que esté preparado.
El chisme es como si la misma víbora picara tres veces con su ponzoñoso veneno, porque hiere al que lo dice, al que lo escucha y a la persona de quién se habla. Bien lo dice el apóstol Pedro: ninguno de ustedes padezca como homicida, ladrón o malhechor por entrometerse en lo ajeno (1 Pedro 4:15).
Finalmente expongo los sabios proverbios que debemos tener en mente para no caer en el pecado del chisme:
El que anda en chismes descubre el secreto; Mas el de espíritu fiel lo guarda todo (Proverbios 11:13).
El que cubre la falta busca amistad; Mas el que la divulga, aparta al amigo (Proverbios 17:9).
Las palabras del chismoso son como bocados suaves, Y penetran hasta las entrañas (Proverbios 18:8).
El que anda en chismes descubre el secreto; No te entremetas, pues, con el suelto de lengua (Proverbios 20:19).
Sin leña se apaga el fuego, Y donde no hay chismoso, cesa la contienda (Proverbios 26:20).
Les deseo un día muy bendecido.