No dirás falso testimonio contra tu prójimo. Deuteronomio 5:20 RVR1960
Queridos amigos, en el mundo en que vivimos las mentiras están al orden del día.
Hay quienes mienten con objetivos maliciosos, otros para beneficio propio, algunos lanzan mentiras piadosas y otros lo hacen simplemente por el deporte.
Mentir es faltar a la verdad deliberadamente de manera de ocultar la realidad de forma total o parcial. Una mentira puede ser una falsedad completa o una verdad a medias. Se puede mentir exagerando o minimizando hechos cuando la intención es engañar, cuando se finge o se calumnia también se está mintiendo. Para mentir no necesariamente hay que abrir la boca, por ejemplo alguien que se hace pasar por ciego está mintiendo.
La mentira ha sido desde los inicios de la vida humana un elemento de manipulación para conseguir objetivos normalmente egoístas. La serpiente mintió a Eva y consiguió envenenar su corazón, logrando romper la comunión que tenía con Dios. Caín mintió a Abel para llevarlo a un lugar alejado y luego asesinarlo.
La Biblia en Juan 14:6 nos enseña que Jesucristo es el camino, la VERDAD y la vida, mientras que Juan 8:44 nos muestra que Satanás es el Padre de la mentira. En ese sentido mentir es ir en contra de la verdad, lo cual implica que se está del lado de Satanás yendo contra Dios.
Jesucristo no solo demanda el cumplimiento del noveno mandamiento de no levantar falsos testimonios, sino de seguirle a Él caminando en la verdad. Sus enseñanzas fueron todas orientadas hacia la verdad, él murió para dar testimonio de la verdad, porque la verdad da libertad (Juan 8:32).
Deuteronomio 32:4 nos muestra que Dios es absolutamente contrario a la mentira: “Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.”
Dios quiere que aprendamos a amar la verdad y que aborrezcamos toda falsedad y deshonestidad, que corrompen los corazones y llevan a perdición.
Si se cumpliera el noveno mandamiento se evitarían la calumnia, la manipulación y la perversión de la justicia, sin duda una utopía en este mundo corrupto. Solo a través de la gracia del Dios Padre es posible para nosotros humanos conseguir acercarnos al cumplimiento de este precepto.
El creyente no debe jurar para hacerse creíble, todas y cada una de sus palabras deben ser confiables. La honestidad debe reinar en nuestras mentes y corazones, si tenemos pensamientos y sentimientos puros con mucha probabilidad dejaremos de mentir, oremos para que el Señor nos guíe y nos fortalezca en espíritu.
Recordemos que una mentira blanca es valorada por Dios tanto como el más grande de los engaños, ambos hieren su infinita santidad y hacen al mentiroso merecedor de juicio y castigo.
No debemos mentir en ningún caso, es necesario decir la verdad con delicadeza, bondad y misericordia cuando ésta pueda herir al prójimo. Desechemos toda mentira y hablemos solo la verdad.
Les deseo un bendecido día. Recuerden que Jesucristo es nuestro único Señor y salvador.