Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Romanos 12:3 RVR1960
Queridos amigos, estuve en un congreso de recursos humanos, donde uno de los expositores internacionales de alto calibre que fueron invitados, nos enseñaba lo que el apóstol Pablo escribió hace dos milenios bajo la inspiración del Espíritu Santo como si fuese el último descubrimiento.
Resaltaba que él lo había escrito en su último libro: había que ser humilde. Era necesario desechar los pensamientos de superioridad que suelen dominar a muchos humanos, para conseguir un sano equilibrio con su entorno.
Cuando una persona conoce sus talentos y éstos son especialmente valorados por sus admiradores, su orgullo suele subírsele hasta las nubes. Lo cual repercute en índices bajísimos de humildad, incrementando exponencialmente los niveles de soberbia. Lo peor es que nadie además de Dios le podría hacer entender, entonces no es de sorprenderse que el mismo apóstol diga que no hay quien entienda (Romanos 3:11).
Pablo sustenta su pedido en la gracia que le es dada. Solo por gracia le es posible discernir la profundidad de su demanda. Por gracia el hombre natural puede llegar a conocer a Dios, pues como dice en Romanos 3:11 “No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.”
La gracia en este caso lo es todo, sin gracia no conoceríamos a Dios y no entenderíamos las cosas de Dios. No se trata de comprender intelectualmente, que la humildad es buena. Porque, en la regla, queda en el concepto y no en la aplicación.
El pedido de Pablo es a los espirituales, a los que ya están bendecidos con la gracia, y por tanto ya tienen una relación espiritual con Dios, y con cuyo poder son capaces de discernir lo verdadero de lo falso.
El ignorante confunde fácilmente, por ejemplo, un reloj de lujo falsificado con el original, aunque el falso sea muy bien logrado jamás llegará a tener los atributos del verdadero. Desde el motivo de su creación, el uno está hecho para engañar y el otro para ostentar, hasta la causa de su existencia, el primero satisface los deseos de tener lo que nunca se podrá comprar, el segundo demuestra el poder adquisitivo de su poseedor.
De la misma manera vemos que la humildad que busca el hombre natural no es equiparable a la que anhela el hombre espiritual. La primera, al final de cuentas, es para la gloria del hombre. “Mira qué persona más humilde, aunque debería tener un concepto muy alto de sí, se comporta con tanta sencillez.” El hombre natural cree que se lo ganó con su esfuerzo, y se muestra humilde porque es políticamente correcto.
El tipo de humildad que desea el creyente es para la gloria de Dios. Sabe que no merece nada, sin embargo, ha sido bendecido con un regalo indescriptiblemente bello: la gracia divina. Su motivación para pensar de sí mismo con cordura y no dejarse llevar por el orgullo, está justamente sustentada en que por gracia sabe que nada merece y que nada es, y que su Dios Creador lo es todo y a Él se lo debe todo.
Los talentos los pone Dios, incluso cuando los hombres los desarrollan con cantidad ingente de esfuerzo. Sin Dios de por medio nadie podría perfeccionar algún talento, incluso si Satanás estuviera involucrado.
El pensar con cordura de sí mismo para no tener un concepto más alto del que se debe tener, está vinculado a la medida de fe que Dios regala. Se puede deducir que la proporción de fe determina el grado de confianza en Dios y por tanto, la dimensión de entrega que el creyente puede tener. A mayor nivel de entrega mayor obediencia, y a más obediencia menor orgullo y jactancia propia.
En resumen debemos estar alertas de no enorgullecernos de nuestros talentos. Nuestro deber es usarlos para el beneficio de otros. Sería terrible que en el afán de decir que nada soy, también termine por no hacer nada. No olvidemos que por nosotros mismos nada podemos ser y que Dios está obrando, dándonos facultades y dones, para que seamos activos a favor del prójimo en toda humildad. Elevó mi oración pidiendo al Señor que les guarde de todo mal.