Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Joel 2:12 RVR1960
Queridos amigos, la devastación había llegado. Pueblos vecinos habían llevado a cabo con éxito incursiones militares. Y una sequía de importante envergadura, además de una plaga de langostas, habían destruido la vegetación y los cultivos.
La consecuencia fue una devastadora crisis económica. Pero las cosas irían de mal a peor si el pueblo no se volvía de sus pecados. Joel estaba profetizando el justo castigo adicional de Dios dadas las circunstancias.
El desastre físico es una excelente ilustración del juicio de Dios por las transgresiones a sus estatutos, pero los juicios futuros de Dios durante el día del Señor los excederán por mucho. En ese día Dios obrará juicio sobre sus enemigos y bendecirá a todos los que creyeron en Jesucristo. como su Señor y salvador.
Pero el Dios de las misericordias concede un sinfín de oportunidades para el arrepentimiento. El Señor está siempre presto a perdonar, siempre y cuando exista arrepentimiento verdadero. Hasta ahora estamos a tiempo de volvernos a Dios mediante el genuino arrepentimiento, pero el tiempo discurre sin detenimiento y la destrucción puede llegar en cualquier momento.
Los creyentes sabemos de la indescriptible importancia de alejarse del camino de los impíos y de la inmensa necesidad de abandonar los pensamientos inicuos (Isaías 55:7). Es imprescindible advertir a los impíos sobre las consecuencias de la ira venidera. En ese sentido un gran concejo para alguien sin Dios es: “no permitas que nada ni nadie te impida volverte a Dios, ahora puedes volverte a Él, búscalo mientras pueda ser hallado, llámalo en tanto que esté cercano (Isaías 55:6)”. Quien busque a Dios, lo hallará, siempre y cuando lo busque de todo su corazón y de toda su alma (Deuteronomio 4:29).
El problema radica en saber si la persona aludida en verdad anhela volverse al Todopoderoso. Los impíos son esclavos del pecado y, por tanto, no pueden abandonarlo. Pero lo más triste es que tampoco desean cambiar su forma de vivir y de pensar, están ciegamente sometidos al pecado y piensan que están bien así.
Los creyentes a veces ven luces de arrepentimiento en algún impío, pero generalmente termina siendo parte de un arrepentimiento limitado. Para ser liberado de la esclavitud del pecado es necesario el poder del Espíritu Santo, caso contrario es imposible lograr liberación alguna, es decir, que el hombre nada puede hacer en su propia fuerza para salir de su opresión.
Si alguien se arrepiente es porque el poder del Espíritu está obrando sobre él. Entonces se podrán observar expresiones externas de dolor, vergüenza, llanto. Es curioso pero el impío suele quejarse a Dios o despreciarlo por las crisis y los desastres, preguntándose sobre el porqué, pero no se detiene a pensar en el pecado, causa de todo.
Pero demostrar un dolor externo, rasgándose las vestiduras, no tendrá ningún efecto, salvo que el Espíritu haya dado conciencia de pecado al pecador. De esa manera el corazón será desgarrado por la humillación y el aborrecimiento de sí mismo estará presente por haberse aclarado la dimensión de su pecado y la envergadura de su agresión realizada a la santidad de Dios.
No cabe la menor duda de que si el arrepentimiento de los pecados es verdadero Dios los perdonará sin reproches. Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Pecadores, limpien las manos; y ustedes los de doble ánimo, purifiquen sus corazones. Aflíjanse, y lamenten, y lloren. Que su risa se convierta en lloro, y su gozo en tristeza (Santiago 4:8-9).
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.