Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. Salmos 121:1-2 RVR1960
Queridos amigos, en los tiempos antiguos los viajes normalmente estaban acompañados de peligros.
Se hacían a pie o a lomos de animales y las personas estaban expuestas a las inclemencias del tiempo, a las bestias salvajes y a grupos de forajidos que tenían como forma de vida asaltar a los viajeros.
Parece que el salmista está realizando un viaje y está expuesto a sus peligros. ¿Qué mejor que recurrir a Jehová en ese momento de inseguridad?
El salmista está seguro de que Jehová es su socorro.
Se ve tan pequeño e insignificante cuando alza su vista a los montes, está inseguro y tiembla de miedo, entonces recuerda quién es su Dios, nada menos que el que hizo los cielos y la tierra.
Discierne lo limitado que es y al mismo tiempo reconoce que el único con el poder para darle un verdadero socorro es Dios.
La protección de Dios para con sus hijos se encuentra en todos los ámbitos de la vida.
La vida del creyente es comparable a un largo viaje que comienza en este mundo y termina en el mundo de Dios.
La Palabra nos dice que no es un viaje libre de percances, es necesario pasar por las diferentes dificultades que se van presentando antes de llegar a la meta, que es estar en la presencia misma de Jehová.
Mientras caminamos Dios nos acompaña, especialmente cuando hay que salvar desiertos, montañas o pantanos, de Él viene nuestro socorro.
Dios nos provee sabiamente con ayuda oportuna. Él sabe antes que le pidamos cuando es preciso ayudarnos, su socorro es poderoso y constante.
Caminemos con la certeza que el viaje puede ser largo y peligroso, pero quien hizo todas las cosas también conoce la geografía de nuestro camino y Jehová está ahí para darnos agua cuando pasemos sed, para empujar nuestra subida en la empinada montaña y para no dejarnos hundir en el peligroso pantano.
Que Dios nos bendiga con su bendito socorro. Les deseo un día lleno de gozo en el Señor.