Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Juan 1:16-17 RVR1960
Queridos amigos, una mañana me encontré con un colega de trabajo, quien algo desanimado me manifestó un poco de descontento por los cambios que su área estaba sufriendo.
Mi respuesta a su malestar fue que por las características humanas y aquellas del mundo en que vivimos, con poca frecuencia estamos plenamente contentos con el trabajo, las relaciones o lo que nos rodea. Complementé explicándole que el único perfecto e inmutable, además de ser fuente inagotable, sobre quien es imposible tener una sola queja, es Dios; solo Él puede llenar todos nuestros vacíos cuando nos alimentamos de su plenitud.
La plenitud de Jesucristo se refiere a la suma total de todo lo que hay en Dios; en Cristo mora toda la sabiduría, el poder, la belleza y el amor, es fuente inagotable de estos atributos y de muchos más.
Cualquier necesidad puede ser satisfecha por Jesús, Él puede consolar hasta la pena más grande y sanar la enfermedad mas terrible, Él levanta al caído, el desalentado recibe de su aliento, el débil se fortalece en Él, el cobarde se convierte en valeroso por Él, el impotente encuentra poder en Él, y el pecador arrepentido encontrará verdadero perdón en Él.
Todos los creyentes tomamos de su plenitud y nos beneficiamos plenamente. Por sola gracia Jesucristo nos brinda tantos beneficios. La gracia se define comúnmente como un regalo inmerecido. Se podría decir que la gracia más importante para el creyente es haber recibido la vida eterna como un maravilloso regalo, a pesar de no ser merecedor de él.
La salvación por gracia es el regalo más valioso y hermoso imaginable. Quien la recibe, en teoría, debería estar exultante hasta el final de sus días en la tierra, porque inmediatamente después estará en la presencia de Dios. La realidad es que el creyente sigue viviendo en la debilidad de su carne, incluso teniendo al Espíritu Santo morando dentro de él, y necesita del accionar del Señor en su vida.
Jesucristo no deja de maravillarnos, no solo porque es fuente inagotable, sino porque Él hace maravilla sobre maravilla en nuestras vidas. De Él recibimos una gracia tras otra, eso es gracia sobre gracia.
Cuánto más sabemos de Cristo Jesús más maravillados quedamos; cuánto más le tenemos en nuestra mente más nos separamos del mundo y nos acercamos a la verdad, cuánto más profundizamos nuestra relación con Él más fascinados estamos.
La gracia en la vida del creyente verdadero es una constante, sin importar por qué época de la vida o circunstancia esté pasando. La gracia para el joven, para el adulto o para el anciano está ahí, cada uno recibe de acuerdo a su necesidad; no importa si son tiempos de escasez o abundancia o momentos de regocijo o de tristeza la gracia de Jesucristo está presente en la forma en que se la necesite.
La gracia es un don prácticamente indescriptible por su sublime belleza, riqueza y grandeza, además de ser de valor incalculable. ¿Cómo podríamos estimar el valor de la buena voluntad de Dios para con nosotros?
La ley fue dada mediante Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. La ley es santa, justa y buena, y debemos cumplirla en obediencia a nuestro Señor. No obstante nuestra obligación de cumplirla, de ella no emanan el perdón ni la justicia.
Podríamos ser salvos por cumplir la ley en la medida en que la cumplamos a perfección, lo cual es imposible para la raza caída que somos. Por tanto, la ley no puede tomar el lugar de Jesucristo, quien es el único que nos puede llevar a justicia con perdón, redención y justificación de nuestros pecados para salvación eterna.
No olvidemos que nadie puede ir al Padre, sino a través de Jesucristo. Agradezcamos al Padre por haber enviado a su Hijo unigénito para morir por nosotros, y tengamos presente que toda misericordia de Dios viene a los pecadores por medio de Jesucristo.
Les invito a poner a Jesucristo en el centro de su vida, muriendo a sí mismos para que Cristo viva en ustedes.