Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Apocalipsis 3:17 RVR1960
Queridos amigos, cuando se presume tanto de habilidades como de prosperidad se tiende a olvidar de quién vienen, la riqueza y el talento suelen borrar la memoria de muchos.
Esto ocurría en la iglesia de Laodicea, estaban dedicados a auto alabarse y halagarse, se vanagloriaban de ser ricos y tenían la seguridad de no necesitar nada ni a nadie. Vivían en el error de pensar que porque tenían abundancia de bienes materiales estaban bendecidos por Dios.
La iglesia de Laodicea se puede describir como una iglesia condenada a perdición, pues fue la única iglesia de la que nada positivo se podía decir. Se la describe como la última y peor de las siete iglesias de Asia. Es muy evidente que esta iglesia necesitaba con urgencia la gracia de Dios, adolecía de la justicia de Cristo y de la guianza del Espíritu Santo.
Se encontraba en una situación espiritual extrema y desesperada, motivo por el cual se describe a sus miembros como desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. Una condición muy real y deprimente, completamente contraria a la que dicha iglesia consideraba tener.
Las comodidades y los lujos tienden a convertir a la gente en segura y satisfecha de sí misma. Las riquezas de muy poco sirven, si no se tiene una relación genuina con Jesucristo. No hay equivocación más grande que la de caer en el orgullo y en la falsa confianza de poderlo todo en las propias fuerzas, lo cual lleva a ser indiferente y a rechazar a Cristo.
Lo visiblemente tangible era lo que seducía a esta iglesia y le llevaba a desvalorar lo que no se ve y es eterno. No entendían que los verdaderos valores no se encuentran en lo material, sino en una relación con Jesucristo.
La generalidad de los cristianos genuinos vive en una condición opuesta a la iglesia de Laodicea. Suelen ser de escasos recursos y pasan por dificultades en la vida, tanto de carácter físico como espiritual.
A los ojos del mundo deberían estar entristecidos por ser pobres, pero están siempre gozosos y enriqueciendo a muchos. Parecen dignos de pena por tener muy poco, pero en verdad lo poseen todo (Corintios 6:10), teniendo a Jesucristo como su Señor y salvador.
Cuán diferente es la riqueza material perecedera de la riqueza espiritual imperecedera. La primera lleva a engaño y a perdición porque normalmente consigue alejar de Dios, la otra lleva a bendición y vida eterna de la mano de Cristo Jesús.
Mientras no se tiene ojos para ver y oídos para oír el hecho de que alguien le diga a un incrédulo eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo, porque no conoces a Cristo suena a locura y a duro insulto. Lo doloroso es que normalmente es una verdad indiscutible, que el cristiano misericordioso no debe decir a ningún inconverso, aunque sea cierto.
Agradezco a Dios por abrir los sentidos espirituales de muchos y permitir que reconozcan que se encontraban en una situación tal cual la que describe el pasaje de Apocalipsis. Bendito sea el Señor.
Les deseo un día muy bendecido.