Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él, Hechos 7:9 RVR1960
Queridos amigos, la envidia es uno de los pecados más terribles, por envidia se generan pensamientos perversos y como consecuencia se dan los actos más funestos y crueles. El suceso de envidia más horrible de la humanidad fue inculpar a Jesús para llevarlo a la muerte; Jesucristo sabía que por envidia le habían entregado (Mateo 27:18).
Muchas generaciones antes vivió José hijo de Jacob, quien fue en varios aspectos de su vida un tipo de Cristo. José poseía un nivel alto de confianza propia y firmeza de carácter, a lo cual se añadía el hecho de ser el favorito de su padre, por ser responsable y confiable.
Los hermanos de José no se caracterizaban por ser precisamente un modelo de personas, motivo por el cual Jacob se apoyaba en José para que le informara sobre las acciones de sus hermanos con el fin de corregirlos. Jacob terminó de demostrar su preferencia por su obediente hijo José, cuando le regaló una túnica de colores, la cual era una señal de jerarquía y privilegio. Y como para agravar la situación, José relataba sus sueños, los cuales se repetían, mostrando que eran revelación de Dios. En sus sueños sus hermanos y sus padres se inclinaban ante él en señal de sumisión. Esta suma de hechos terminó siendo insoportable para sus hermanos, los futuros patriarcas, generando gran odio y envidia en en sus corazones.
La envidia entre sus hermanos llevó a que conspiraran contra él. Primero quisieron matarlo, pero gracias a la oportuna intervención de su hermano Rubén no lo despacharon de inmediato. Tal era la animadversión y rencor en el corazón de los hermanos, que no tardaron en meter a José en un pozo vacío. Si bien no lo asesinaron con sus propias manos, su intención era la de hacerlo padecer hasta la muerte, porque si no moría de hambre, moriría de frío.
Su crueldad anuló cualquier señal de compasión por su joven hermano, no se inmutaron por su sufrimiento; es muy probable que José haya estado gritando desde el fondo pidiendo socorro y misericordia. No obstante, los hermanos se sentaron a comer pan sin ningún remordimiento de conciencia ante su pecado.
Gracias a la intervención de Judá no consumaron su macabro plan de dejarlo en el pozo y terminaron vendiendo al indefenso José a una caravana de ismaelitas (árabes) que pasaba por el lugar con dirección a Egipto.
Sería un error pensar que tanto Rubén como Judá tuvieron más compasión que sus hermanos, la envidia los conducía hacia el mismo objetivo de todos, que era deshacerse de su hermano menor, pero sin que hubiese un derramamiento de sangre, por eso sugirieron alternativas menos malas, pero de todos modos incorrectas. En ese sentido se puede decir que fueron más sutiles gracias al sentido de culpabilidad al que estarían confrontados por el asesinato de su hermano, pero su pecado de envidia no se extinguía de ninguna manera.
Así como Jesús fue vendido (y les dijo: ¿Qué me quieren dar, y yo se los entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata (Mateo 26:15)), José también fue vendido. La presencia de ambos incomodaba en demasía a sus detractores, que se habían convertido en sus enemigos.
Dios estaba con José. Su Providencia primero evitó que cayera en manos homicidas y después volvió a evitar que fuese dejado en el pozo para una muerte segura con la aparición de los ismaelitas. José tuvo que pasar por mucho sufrimiento para ser moldeado, pero ese sufrimiento combinado con su carácter firme y su apego hacia Dios hizo que prosperara.
Es necesario reflexionar sobre el comportamiento de Jacob; su favoritismo por José aportó a celos, odio y envidia por parte de sus hermanos. No le importaron los sentimientos de sus otros hijos, probablemente alababa a José en público por ser un hijo ejemplar, menospreciando al resto. Jacob sabía de la envidia de sus hijos, pero no decía ni hacía nada, la Palabra expone que meditaba sobre el asunto (Génesis 37:11).
El actuar de Jacob no debería ser excusa para querer deshacerse de José, ni motivo para odiar y envidiar. Pero las pasiones humanas unidas al pecado suelen ser instrumento de maldad efectiva. Quienes aman a Dios no están solos, pues el controla, dirige y supervisa todo. Si estamos en un pozo oscuro, confiemos en que Dios nos sacará. Llegará cuando menos lo esperamos.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.