Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Juan 9:10 RVR1960
Queridos amigos, deberíamos maravillarnos por este gran milagro de Jesús, le dio vista a alguien que nunca había visto, pues había nacido ciego.
No es una proeza menor y sin duda es una clara señal de la divinidad de Jesús. Él es la luz del mundo, que ilumina a los que creen en Él; y los que no creen, aquellos que lo rechazan, se encuentran en tinieblas bajo ceguera espiritual.
Jesús había visto al hombre ciego, y tomando la iniciativa, se le acercó. Se trataba de un mendigo, que no se había percatado de la presencia del Señor, quien lo había mirado con misericordia y había decidido bendecirlo, regalándole ojos nuevos para ver.
¿Cuántos de nosotros estábamos distraídos por las cosas del mundo, pues no teníamos a Jesús en nuestro radar y de pronto nos vimos bendecidos con su misericordia y gracia? Él toma la iniciativa, Él llama, Él escoge y su gracia es irresistible, hasta para el pecador más tenaz y rebelde.
El ciego no recibió el milagro de inmediato. Jesús le embadurnó los ojos con barro generado con el polvo de la calle y su propia saliva. Podría haber reaccionado de mala manera, porque le estaban ensuciando la cara, pero confió desde el principio. Si no hubiera confiado, podría haber interpretado como una broma de mal gusto la orden de Jesús de que se dirigiera caminando hasta el estanque de Siloé y que una vez allí se lavara, ademas es necesario tomar en cuenta el antecedente de que los otros milagros de sanidad de Jesús habían sido realizados de manera inmediata.
La fe permite que podamos creer, incluso cuando se trata de cosas en apariencia descabelladas. La caminata del ciego fue una verdadera aventura de fe. ¿Qué pensamientos habría tenido, cómo habría sido la disposición de su corazón? Son preguntas que sólo podemos respondernos a la luz de nuestras propias experiencias ante el llamado del Señor.
Es sabido que quienes son bendecidos con la gracia sus corazones son limpiados y sus ojos son abiertos para ver el mundo de una manera diferente, pues increíblemente cuentan con un carácter completamente renovado. El carácter de un cristiano verdadero difiere en gran manera del carácter del de un inconverso, pues cuenta con el amor redentor de Cristo, que mana a partir de que se lo conoce de verdad.
El convertido nacido de nuevo no puede decir ni el momento exacto, ni cómo sucedió, sólo ve en sí mismo el maravilloso cambio de la obra de gracia. Lo que puede asegurar sin equivocarse es que era ciego y que ahora tiene ojos para ver. Puede afirmar que llevaba una vida mundana de pecado, pero después de su conversión por gracia, se esfuerza por vivir alejado del pecado.
Los fariseos no podían creer que el ciego de nacimiento había recibido la vista e insistían en preguntar quién lo había hecho, especialmente porque era día de reposo. Es así como muchos no creen las experiencias de gracia de los convertidos, quienes deben responder como el ciego lo hizo: Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos (Juan 9:30).
Cristo vino al mundo a dar vista espiritual, pero eso no es todo, pues los que son orgullosos y soberbios, que piensan que su forma de actuar y de vivir es la correcta, serán cegados en su ignorancia para juicio y castigo eterno. Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados (Juan 9:39).
Finalmente Jesús le reveló al ex ciego su verdadera identidad y el hombre manifestó con firmeza que creía en Él, que reconocía en Él a su Señor. Los fariseos maldijeron y expulsaron de la sinagoga al ex ciego. Esa es una muestra de la persecución que puede llegar cuando se es cristiano genuino, pero eso no es nada comparado con la nueva vida (eterna) en Jesucristo.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.
