Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería. Lucas 17:5-6 RVR1960
Queridos amigos, pensemos que lo que parece imposible se hace posible para la fe.
Durante mi vida de impío no era consciente que conseguir ir al cielo en mis propios esfuerzos me era imposible. Podía haber dedicado mi vida entera a hacer buenas obras y esforzarme por ser una persona recta, pero al no poder llegar a sumar ni cercanamente al valor de la paga necesaria por la deuda de mis pecados, jamás podría haber sido salvo.
Gracias a la fe que el Espíritu Santo encendió en mí, es decir el poder del Espíritu se movió dentro de mí, liberándome de la esclavitud de mi propia voluntad, pude creer en Jesucristo como mi Señor y salvador para apropiarme de la gracia de Dios y poder gozar de vida eterna. Estoy seguro que por mi propia voluntad e intelecto jamás hubiese querido acercarme a Cristo.
Pablo lo expresó de excelente manera: nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia Él nos ha concedido (1 Corintios 2:12-14).
La fe salvadora o justificadora consigue lo que ni la humanidad en su conjunto jamas podría lograr, es decir la salvación de la muerte eterna para aquellas personas que la ponen en práctica. Considero que la medida de fe salvadora es una sola para todos, pues el objeto de esta fe es llegar a tener vida eterna, iniciando una relación con Dios. Esta fe es el primer tipo de fe que los convertidos reconocemos, es la confianza de que hemos sido limpiados de toda maldad y perdonados de nuestros pecados porque los hemos confesado (1 Juan 1:9).
La fe como parte del fruto del Espíritu Santo es la fe que tenemos los nacidos de nuevo, esta fe puede crecer, ser fortalecida y puesta a prueba. En la medida en que vayamos creciendo espiritualmente y vayamos desarrollando nuestro amor por el Señor en nuestra mente, nuestra alma y nuestro corazón poniéndole de nuestras fuerzas, nuestra fe también irá creciendo.
La fe debe ser cultivada, tal cual lo expresa el apóstol Pablo en 2 Timoteo 2:6: El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero. Santiago nos advierte que esta fe podría morir si no se la practica (Santiago 2:26). En otras palabras nos está diciendo que es necesario poner en acción lo que se cree para conseguir desarrollarlo, es a través de las buenas obras que podemos vivificar nuestra fe.
La fe como don es imprescindible, pues el mismo Señor nos advierte que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Al ser la fe un regalo, Dios puede decidir soberanamente si darla en mayor o menor medida; pero depende de quien recibe cultivar y ejercitar lo recibido.
La medida de fe se genera en función a cuánto le creamos a Dios en cada vivencia, acción, decisión de nuestras vidas. Debemos desarrollar esta fe leyendo, escuchando y practicando la Palabra a fin de ser cada vez más agradables al Señor.
Los vanos razonamientos son uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la fe. No dudemos del Señor y sus promesas, sintámonos seguros las 24 horas del día, sin importar la situación que se presente. Estemos seguros de su amor, fidelidad e inmutabilidad. Señales de falta de fe son los afanes y preocupaciones, la ansiedad, el miedo, las dudas e inseguridades, entre otros.
Recordemos que no debemos actuar como carnales dependiendo de nuestra propia fuerza en nuestra relación con el Señor. Actuemos como espirituales, pidiendo a Dios que aumente nuestra medida de fe a través del poder del Espíritu Santo, poniéndonos en sus manos con plena confianza.
Les deseo un día muy bendecido.