Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. Hebreos 7:18-19 RVR1960
Queridos amigos, el mundo se la pasa abrogando y dictando leyes para, supuestamente, mejorar las cosas.
En estos tiempos se observa con mayor incidencia el cumplimiento de lo dicho por el profeta Isaías: Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas (Isaías 5:20).
Se dictan leyes malas llamadas buenas, pues son contrarias a los preceptos de Dios, por ejemplo, por estar a favor del aborto y del matrimonio homosexual, mientras que en otras esferas se convierte en lícito la elección de transexuales en concursos de belleza femenina, so pretexto de no discriminar a nadie.
El pasaje en cuestión se refiere específicamente a la ley de Dios. Estaba demostrado que el sistema levítico de sacrificios expiatorios como consecuencia del incumplimiento de la ley mosaica era incapaz de restablecer la relación que el hombre había dejado de tener con Dios.
La presencia de un sacerdote humano, que hiciera todos los sacrificios necesarios, era requerida. El sacerdocio aarónico era determinante en cuanto a que la descendencia de los sacerdotes debía ser exclusivamente de la tribu de Leví, y dependía en su integridad de procesos físicos aparatosos y minuciosos, que no salvaban ni a los propios sacerdotes.
Aquello que funcionaría verdaderamente no sería de origen carnal, se necesitaba un nuevo sistema, de la orden de Melquisedec (Génesis 14:18-20, Hebreos 5:6-11), de un poder de carácter indestructible y eterno al cual la muerte no pudiera vencer.
El sistema tajante y radical de sacerdotes descendientes de Aarón fue desintegrado por Jesucristo, quien era descendiente en la carne de la tribu de Judá. Él es el nuevo Sumo Sacerdote, por tanto el sistema de la ley ceremonial con sacerdotes humanos quedó suprimido para siempre.
Cuando Jesús dijo que no había venido a abrogar la ley, y más bien vino para cumplirla (Mateo 5:17), se refiere a que la ley nunca dejó de ser santa y buena ni dejaría de serlo, y que su cumplimiento es una clara muestra de obediencia para con el Padre, sin embargo, nadie se salva por vivir esforzándose por cumplirla (dentro de un sistema legalista).
A través de Jesucristo fue introducida una mejor esperanza de libertad perfecta, a través de la cual el hombre se puede acercar a Dios efectivamente. Su muerte de cruz es una muerte sacrificial por una sola vez y para siempre, Su preciosa sangre lava el pecado de aquellos que en Él creen y le reciben como Señor y salvador para redención de pecado y reconciliación con el Padre.
Este Sumo Sacerdote oficia su sacerdocio por el poder de vida eterna que hay en Él, para mantenerse vivo Él mismo habiendo vencido a la muerte, y para dar vida eterna a todos aquellos quienes confían en el mensaje del Evangelio, es decir tienen fe en Su sacrificio para remisión de pecados y en su intercesión ante el Padre.
Entonces, si el énfasis está puesto en la fe, ¿significaría que se puede olvidar la ley? ¡De ninguna manera! De hecho, solo cuando se tiene fe genuina es posible cumplir verdaderamente la ley (Romanos 3:31).
¿Acaso Dios da al Espíritu Santo y hace milagros entre los creyentes porque obedecen la ley? ¡Por supuesto que no obra de esa manera! Es porque creen el mensaje que oyeron acerca de Jesucristo (Gálatas 3:5).
Entonces, ¿cuál era el propósito de la ley? Fue añadida a la promesa por causa de las transgresiones para mostrarle a la gente sus pecados, pero la intención era que la ley durara solo hasta la llegada del hijo prometido. Por medio de ángeles, Dios entregó su ley a Moisés, quien hizo de mediador entre Dios y el pueblo (Gálatas 3:19).
Los convertidos verdaderos anhelan cumplir la ley, no para salvación sino como acto de obediencia a fin de demostrar su amor a Dios.
Les deseo un día bendecido.