Por el camino de tus mandamientos correré, Cuando ensanches mi corazón. Salmos 119:32 RVR1960
Queridos amigos, cuánto no desearía correr raudamente por el camino de los mandamientos de Dios, poniendo todas mis fuerzas para hacerlo.
Las Sagradas Escrituras enseñan que todo pecador convertido es lavado de pecado, justificado y santificado, para de esa manera iniciar un nuevo caminar buscando ser obediente a la Palabra de Dios, es decir andar por el camino de santidad.
En mi vida de cristiano en muchas ocasiones me derrumbé sintiendo la aflicción de seguir pecando, a pesar de conocer la ley del Señor no pude cumplirla, pero en mi corazón anhelaba y anhelo conocerla más y amarla de verdad.
Considero que viví y todavía vivo por lo que todo convertido pasa, en menor o mayor grado, el pecado genera mucha ansiedad y dolor en el corazón del redimido. La carga de los vestigios de la vida pasada y el hecho de continuar viviendo en un cuerpo carnal, a pesar de haber sido regenerado en espíritu, suele hacer que clame a Dios para que ensanche mi corazón.
La promesa es clara: el Señor nos perfeccionará (Filipenses 1:6), pues de otro modo será imposible ingresar en su presencia cuando nos lleve con Él. La pregunta es ¿cuándo me perfeccionará?
Debemos esforzarnos por cumplir el primer mandamiento amándole con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente y alma y con todo nuestro corazón, es decir haciendo todos los esfuerzos por no pecar, evitando los malos pensamientos que corrompen el alma y el corazón.
El problema se suscita cuando hago exactamente aquello que no quiero hacer porque con la mente sirvo a la ley de Dios pero con la carne a la ley del pecado, y como el apóstol Pablo a mi también me urge clamar al cielo mostrando mi estado miserable, haciendo una pregunta retórica ¿quién me liberará de este cuerpo de muerte? Y al igual que Pablo termino agradeciendo al Dios Padre por su Hijo Jesucristo nuestro Señor quien proveerá de todo lo necesario (Romanos 7:19-25).
Es muy fácil andar por sendas del engaño donde reina la hipocresía, la falsedad, la infidelidad, la mentira, el error, la injusticia. Es más, es muy atractivo caminar en la comodidad del camino ancho, además de ir acompañado, se anda entretenido por todo el mundo. Pero es imprescindible no olvidar que el que guarda el mandamiento guarda su alma, pero el que desprecia sus caminos morirá (Proverbios 19:16)
Tal cual el salmista el creyente no quiere ser engañado y busca la verdad en la lectura de la Palabra, profundiza sus conocimientos de lo que el Creador quiere de él, se deleita en ello y se esfuerza por poner en práctica toda la enseñanza divina.
El verdadero creyente tiene en el corazón la determinación de seguir fielmente los mandamientos de Dios. Pero si no puede cumplirlos debe derramarse ante Dios pidiéndole lograr cumplir con el anhelo de obediencia en su corazón.
El salmo 145:19 dice expresamente que el Todopoderoso cumplirá el deseo de los que le temen, oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.
Clamemos en oración y Dios se acercará para darnos entendimiento y (quizás) acelerar lo que tanto anhelamos. Él nos enseña, nos sana y fortalece para que podamos correr donde antes andábamos a tropezones.
¿Acaso el padre del hijo pródigo no corrió en pos de su amado hijo apenas lo vio a lo lejos? Observemos que el amor del padre no pudo esperar, incluso cuando la distancia no era mucha y la espera no habría sido demasiado larga (Lucas 15:11-32).
De igual manera el Padre celestial está atento al más pródigo de sus hijos.
Les deseo un día muy bendecido.